La familia monoparental es el modelo familiar que más crece. Y aunque el tipo de hogar más numeroso sigue siendo el de una pareja con hijos (y en las parejas incluimos a las parejas del mismo sexo), la monoparentalidad, lo single, los hogares unitarios, la soltería, parece que se va imponiendo en una sociedad que hasta hace muy poco no se concebía si no era de dos en dos.
Rosa Maestro @rmaestrom @Masola_Org
Una cifra que comienza a tenerse en cuenta y que se aproxima a los 20 millones de familias con un solo progenitor.
De hecho cada vez más los medios de comunicación y algunos partidos políticos hablan de esta imperante monoparentalidad.
Las asociaciones de familias monoparentales se unen en una Plataforma para luchar a favor de una Ley de Familias Monoparentales, y surgen nuevas asociaciones ante el modelo de familia monoparental por decisión propia, el de mujeres y hombres (en una inmensa mayoría mujeres) que deciden ser madres o padres sin pareja, que no solos.
Ellas abrieron la puerta del armario y salieron hace una década hablando de su familia, de sus necesidades y de sus derechos.
Fueron pioneras en hablar abiertamente de la diversidad familiar y de políticas familiares enfocadas a todos los modelos y no solo al modelo clásico y de familia numerosa.
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Ellas descubrieron a través de los medios de comunicación un mundo hasta ahora tabú en la sociedad, el de la reproducción asistida.
No quedaba otra, había que hablar del donante, como las familias adoptivas tenían que hablar de la madre biológica.
Era algo obvio, una pregunta inevitable.
Y ellas empezaron a ser cada vez más. Pero antes que ellas estaban las madres sin pareja por adopción, las eternas olvidadas, la adopción en madres solteras.
En la década de los 2000 ellas rompieron con la familia clásica y apenas se dejaron oír.
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Ellas acudieron a China, Etiopía, India, Nepal, Marruecos, Rusia, Ucrania, Vietnam,…países en los que la adopción siendo soltera era posible, que no siendo soltero, ya que la monoparentalidad aún está mucha más vetada para ellos que para ellas.
Fueron muchas las que primero acudieron a la adopción internacional, que no a la nacional, en la que aunque las Leyes las amparaban y la legalidad estaba de su parte, pero los hechos eran muy diferentes… listas de espera eternas de las que nunca fueron llamadas, como mucho una carta agradeciendo su interés.
Pocas adopciones nacionales de mujeres sin pareja nacionales se conocen, quizás en los últimos años algunas más (generalmente en cuando a acogimientos se refiere).
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Primero fue la adopción en ellas, y luego, gracias a la apertura de la Ley de reproducción asistida de 1998, la reproducción asistida comenzó a abrir la misma puerta que cerraba la adopción monoparental…
En la actualidad, apenas hay mujeres sin pareja que estén buscando ser madres por adopción.
Los países en su mayoría les han cerrado las puertas, los que quedan hablan de procesos muy largos en el tiempo y de menores con dificultades – para los que paradójicamente si están mejor preparadas económicas, física y emocionalmente que las parejas -, y la adopción nacional es una utopía.
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Estos países, que las acogieron para ser madres adoptivas comenzaron hace diez años a cerrar sus puertas a la adopción a extranjeros y las primeras puertas en cerrarse fueron para ellas, el eslabón más débil, el del recurso fácil, el de la constante…“es mejor una pareja porque aportan mayor estabilidad emocional para el menor”.
Y apenas se dejan oír, apenas se habla de su maternidad monoparental, que después de una década no copa los medios con titulares que digan que haya diferencia alguna con las familias clásicas, con dos progenitores…
Fueron y son madres que tomaron la decisión clara de ser madres mediante la “no biología”, conscientes de que su único deseo era ser madres y no la de hacer un acto de solidaridad y no fruto de un fracaso o una carencia emocional.
Madres, al igual que las madres solteras por reproducción asistida que revelan una nueva maternidad en solitario sin penas, sin quejas, sin desarraigos, sin esa exclusión a la que tan acostumbrados estamos socialmente de la mujer cuando es madre sin pareja masculina, como si el simple hecho de estar acompañadas por un hombre, por otro progenitor, garantizase el éxito maternal, lo bien hecho, la estabilidad emocional, el arraigo familiar. Pero sí familias con unos derechos que nunca llegan, que nunca se presupuestan, que nunca importan.ad
Y eso que para serlos fueron estudiadas, analizadas, e intimidadas como ninguna otra madre.
Solas ante un equipo de psicólogos dejaron todas las puertas de su intimidad abiertas para obtener un “apta para ser madre”, “estable emocional”, “estable económicamente”…
Tuvieron que hablar una y otra vez de sus infancias, de sus historias sentimentales, de sus duelos, de sus depresiones, de sus miedos… delante de personas cuya ideología podría ser pareja o no, y jugándosela a una carta.
Pasaron largos periodos de espera, los embarazos más largos (las parejas heterosexuales siempre parían antes) y llorando engaños en países con una legalidad adoptiva cuestionable.
Viajaron solas a países donde les esperaban sus hijos, sin importarles nada la falta de apoyo en momentos tan cruciales porque los gastos de la adopción no permitían muchas veces extras en los viajes finales.
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En 2008 casi el 10 por ciento de los niños adoptados en España lo eran por mujeres sin pareja.
Y como las madres solteras por reproducción lo único que han oído es que son mujeres con un alto nivel adquisitivo y con una buena formación.
No, no es así. Son mujeres con un nivel adquisitivo como el de otras muchas familias, que en algunos casos les cuesta llegar a final de mes, y que gastaron cantidades ingentes de sus ahorros o pidiendo préstamos para poder adoptar.
Son mujeres, son familias, que como las demás, tienen sus derechos y deberían estar contempladas dentro de una Ley de Familias Monoparentales, a las que una vez adoptaron, nadie les preguntó, nadie les ayudó, ninguna política familiar las contempló y que remontan sus familias, con menores con mochilas a sus espaldas físicas y emocionales importantes, que remontan el racismo escolar, el clasismo social y el bulling en sus hijos adoptados, aportándoles seguridad, orgullo y autoestima.
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La monoparentalidad por reproducción asistida las ocultó más si cabe.
Pero ahí están, como eternas olvidadas en un modelo de familia al que también pertenecen, como todas las madres solteras, luchando panza arriba en una sociedad que aún las considera madres diferentes, porque no cuentan con el criterio “masculino”, tan socialmente bien visto y tan familiarmente poco visto.