Decepción y amistad. No ha sido ni una, ni dos, las veces que alguien nos decepciona, sino muchas más. A medida que cumples años, al igual que ves como algunas personas son fieles compañeros de tu viaje, en lo bueno y en lo malo, también se comprueba como otros muchos te decepcionan.
Y no porque una haya sufrido diferentes y variopintas decepciones duele menos.
Rosa Maestro @rmaestrom @Masola_Org
La primera vez que ví de cerca, hasta casi tocarla, la decepción de un amigo (y en este caso no era mío) fue cuando mi mejor amigo estaba a punto de dejarnos, de empezar un largo viaje a otra vida.
Hospitalizado y a pocos días del desenlace, la familia acudió a su casa a recoger sus pertenencias. Apenas encontraron enseres que recoger.
Su mejor amigo, en vida, porque espero que en la otra no lo tenga como amigo, había vendido sus spertenencias porque pensó que ya no las iba a necesitar y, por si esto no fuese suficiente, en los meses que no habito en su casa, la factura de teléfono se incremento misteriosamente de forma considerable.
Después las he vivido en propia carne, una y otra vez, porque hay personas que confundimos como amigos y no lo son. Vienen a nosotros a que les hagamos de bastón, de sustento a lo que ellos ni fueron, ni son, ni serán.
No sé si he aprendido de ellas, seguramente no; porque cuando uno cree en una persona, cuando hace a esa persona su amiga y su cómplice de confidencias, espera que lo sea para toda la vida; espera que esa verdad que nos une sea como la llave que atesora cada uno de nuestros tesoros, cada una de nuestras intimidades.
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Sin embargo, un día, sin saber uno bien por donde, le vienen dobladas y descubre que el amigo, o la amiga, que ese persona con la que lloraste y reíste, no era lo que pensabas; que no había verdad entre los dos, sino mentira.
Y los errores de la amistad verdadera se sustentan en la verdad, que es la que puede con todos los contratiempos, pero no en la mentira, que es la que la hunde para siempre.
Y ahora que me han vuelto a decepcionar, que me han vuelto a traicionar, me doy cuenta que aquellos que traicionan la buena amistad fundamentalmente son cobardes, sino en toda su vida, sí en ese momento de su vida; que eran débiles psicológicamente y que cuando se cruzan en el camino con alguien seguro y fuerte se agarran a él o ella, como si se tratase del último tronco salvavidas en un naufragio para chupar toda su fuerza psicológica, olvidando que ser seguro y fuerte no son sinónimos de insensibilidad.
Lo peor de todo no es eso, sino que cuando deciden traicionar, ni siquiera son valientes para contar lo que les llevo hasta tí, ni siquiera son valientes para decir la verdad, sino que se justifican en la mentira.
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Y es increíble como hay personas que instalan la mentira en sus vidas como si del agua, la luz o el gas se tratase. Mienten por costumbre para seguir chupando lo bueno que ellos no tienen y que buscan.
Son personas con una inestabilidad emocional apabullante, un arma con la que no cesan de hacer daño una y otra vez a aquellos que les confiaron su amistad, que les acompañaron, les quisieron y les ayudaron.
Son personas incapaces de querer, de ponerse en lugar del otro. Son personas que después de un largo caminar no te aportaron nada; bueno sí, aportaron decepción; y sin embargo, lo mucho que se llevaron de tí, lo mucho que como simples garrapatas arrancaron de tu piel.
No es la primera y última vez que un amigo decepciona; seguro que habrá más y como dice el refrán, espero haber aprendido a pedir que me libren de las aguas mansas, que de las bravas ya me libro yo.
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Luego, con el paso de los días, te contestas… no fui yo quien más perdió de los dos. Porque cada decepción nos hace ver de nuevo como el primer día que nos conocimos, a ese amigo que aún sigue ahí, incondicional a tu lado. Me reconforta que esta nueva decepción me haga reencontrarme de nuevo con la amistad.