Madres solteras: educar hijos.
Ejercer de padre y madre a la vez no resulta ser, a primera vista, una tarea fácil de realizar para nadie.
Dejando a un lado los debates entre el deber y el poder, ser el referente único y oficial tanto para la educación como para el crecimiento de un hijo implica esfuerzos y responsabilidades que, en este tipo de casos, pueden llegar a acarrear una presión un tanto sobrecogedora, acompañada de ciertos miedos que, normalmente, transcurren durante los primeros años de la maternidad en solitario.
Sin embargo, muchas veces este pavor también puede verse extendido hasta edades mucho más tardías, generando una mayor desconfianza a la hora de ofrecer a ese hijo la educación conveniente. Y qué me lo digan a mi, que estoy en plena adolescencia.
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Una forma de vida que bien puede darse por circunstancias indeseadas (desentendimiento por parte del padre biológico, divorcios, etc.) o que, de otro modo, también puede verse motivada simplemente por el deseo voluntario de afrontar la maternidad en solitario.
Sea de un modo u otro, lo cierto es que en ninguno de los casos existe un modelo a seguir para colgarse el título de mejor madre, sino que es el tiempo, las experiencias y lo que una misma cree oportuno para cada etapa de la vida lo que hacen que esa educación sea la más adecuada.
De esta forma, y a pesar de no haber nada escrito, si encontramos ciertos detalles y enfoques sobre los que poder apoyarse para favorecer la buena relación entre madre e hijo.
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Los imposibles no tienen cabida dentro de esta forma de vida y, por lo tanto, la falta de tiempo a la hora de criar a un hijo en solitario tampoco debería plantearse como impedimento, sino como un reto más. El tiempo les falta a todas las madres.
Es importante considerar que, en este modelo de familias, toda la carga de responsabilidad recae en uno mismo y que, por ello, es necesario saber organizarse y sacar tiempo -hasta de donde no hay- para compartir una parte del día juntos.
Aprender a escuchar y entender sus preocupaciones generará una confianza mayor entre madre e hijo, además de sentirse apoyado por su figura materna y paterna referente.
Por otro lado, establecer reglas en el hogar también ayudará a generar un mayor control de la situación, haciendo hincapié en la constancia y la firmeza de su cumplimiento para generar la autoridad necesaria.
Además, lo más importante es no mostrarse débil y permisivo ante todas sus peticiones, sino optar siempre por lo más conveniente y oportuno.
En este sentido, no es de extrañar que en muchas ocasiones el estrés pueda apoderarse de la situación, para lo que es aconsejable aprender a manejar este tipo de estados de ánimo y ser pacientes.
En ningún caso se debería trasladar esta frustración al ambiente familiar, evitando la posibilidad de considerar a los niños como parte de culpa de este desánimo, aunque todas somos humanas y hay que reconocer que muchas veces nos equivocamos.
Los motivos de ello pueden ser muy diversos, desde la falta económica hasta la ausencia de apoyo por parte de amigos y familiares, para lo que es necesario saber dar con la persona adecuada en la que poder apoyarse.
Sin embargo, más allá de las preocupaciones que puedan surgir en el entorno familiar, también hay que considerar la importancia que tiene su adaptación en la sociedad ya que, a pesar de que las familias monoparentales estén tomando notoriedad en nuestros días, todavía es posible encontrar perfiles reticentes a ello.
Lo más importante, y ya que muchas veces resulta complicado cambiar la opinión de los demás, es educar a nuestros hijos en base al respeto y la tolerancia de todo tipo de familias, educar en la diversidad.
De esta forma, despejar sus dudas siempre que él lo requiera deberá marcarse entre las prioridades de cualquier familia monoparental, creando un entorno en el que se sienta seguro y pueda comprender lo que más le inquiete.
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Para llevar a cabo este aprendizaje y esclarecer cualquier tipo de duda que pueda surgir sobre el modelo de familia monoparental, es posible recurrir a métodos más fáciles y didácticos con los que disfrutar al mismo tiempo, como es el caso de juegos o cuentos.
Un método interesante para que los más pequeños aprendan sobre los diferentes tipos de familia que pueden darse, donde el modelo tradicional no sea el único protagonista.
No obstante, sobre la edad de los 4-8 años, sería conveniente introducir la figura del donante como parte de su vida para que comprenda su llegada al mundo, aunque en ningún caso como figura paterna.
En este punto, es importante controlar bien el vocabulario que se vaya a utilizar para que él o ella lo entienda bien, explicándole cómo su llegada al mundo se ha hecho efectiva gracias a ese donante. Los cuentos nos ayudan mucho en esta labor, para que el lenguaje cuando son pequeños sea el adecuado.




