Infertilidad. No es nada fácil pero en el fondo es tanto el deseo de lograr nuestro sueño que sacamos fuerzas de donde sea. Esto es lo que sienten la mayoría de las mujeres que recurren a la reproducción asistida para ser madres.
Alba Maestro @rmaestrom @Masola_Org
Nos lo encontramos por sorpresa, de forma inesperada, porque hasta que no te dicen – “tú no” – crees que la fertilidad es infinita, que no tendrás grandes problemas para ser madre porque no ha habido ninguna señal previa.
“Quise serlo antes pero como veía lo fácil que era eso de ser madre en tantas y tantas mujeres mayores que acuden a la televisión para ser madres. Y cuando por fin nos decidimos, tropecé con una verdad heladora… una menopausia precoz, “no hay óvulos”, “no puedes ser madre·, “no sin mis óvulos”, y no los soy, ni lo seré.
Soy feliz a pesar de ello, pero siempre me queda esa espinita clavada de cómo hubiese sido mi vida rodeada de niños y nietos.”, cuenta Jacinto.
Y mucha culpa, muchas veces nos culpamos, por no conocer nuestra realidad, por no haberlo sabido, porque si lo hubiese sabido, no hubiese apurado tanto.
Uno de los muchos testimonios, de los muchos sentimientos, que a menudo se pueden leer, se pueden intuir, se pueden oír en las consultas de los centros de reproducción asistida.
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Mientras tanto, los ginecólogos, cuentan las muchas opciones que la técnica ofrece y a las que nos veremos sometidas con la esperanza de lograr un sueño. La búsqueda del bebé no ha hecho más que empezar y el vaivén de emociones y sentimientos también. Y mucho miedo, mucho miedo a esa palabra: infertilidad“
El bebé no llega y entonces es cuando empieza el periplo de clínica en clínica. ¿Cuál es mejor?, ¿Me espero a que me llamen por la sanidad pública?, de si me estarán engañando, de si será un buen profesional, de cómo es que la beta fue negativa si todo iba bien y era tan fácil, de porqué mi cuñada a podido tener cuatro y yo ni siquiera uno, de los bebés que nos dejamos en el camino con abortos o sin abortos, porque cada no es un bebé más que hemos perdido.
Días de cama, días grises, días de pedir a gritos que no nos venga la regla, de esperanzas que se truncan, de Navidades pidiendo el mismo deseo, de contestar a las mismas preguntas, de callar diciendo lo bien que estamos sin responsabilidades, porque nos han enseñado que lo mejor en la vida es ser madre, que es algo que una mujer no debe perderse y nosotras vamos como trenes bala sin pensar en más hacia la maternidad, obviando cualquier otro momento de felicidad.
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“A mí, se me puso todo en contra, no lo conseguí ni bien ni mal, incluso me afectaban los tratamientos hormonales, la hiperestimulación ovárica y seguí luchando. Luche hasta que lo conseguí.”, comenta Yolanda.
“Es algo más fuerte que una misma, es un deseo tan grande, que no te rindes, que no quieres terminar, a pesar de lo mucho que te afecta, a una y a la pareja, a la relación, a la vida, a las emociones“, añade Laura.
Es difícil. El sentimiento de hundimiento es lo peor... Pero no sé por qué a los días una va retomando fuerza para la siguiente. Después de volver a tener la regla, en ese mismo instante y durante todo el día, no se quiere ver a nadie, se está hundida y solo se desea abandonar, no seguir más con ese sufrimiento.
“Pero no se qué es lo que ocurre a la semana siguiente que las fuerzas vuelven y a por otra que vas, vamos que si vas, a por la siguiente y todas las que tengan que ser.
Yo creo que porque lo conseguí que sino se hubiesen tenido que pelear todos los profesionales del mundo para convencerme de que llega un momento en el que hay que parar…“, comenta Rocío con una sonrisa ya en los labios. “Claro que lo del hermano lo dejo para otra, yo ya he tenido bastante“.
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Son años de inestabilidad emocional, algo que no suma en las estadísticas de embarazos, algo que no suma en las estadísticas del éxito o del fracaso. Una asignatura pendiente en las clínicas de reproducción asistida, donde los psicólogos ayudan pero los profesionales no entienden de emociones.
Por eso recurren a las redes sociales, por eso recurren a los grupos de wasapearme, a los foros, a los talleres, a los encuentros…
En busca de mujeres afines a ellas, afines a nosotras… que sepan de lo que hablan, que entiendan lo que quieren decir antes de decirlo.
Es la búsqueda de esas otras muchas mujeres que antes recurrieron a la reproducción asistida, que pasaron por lo mismo que ellas están pasando en estos momentos, que hablan en su mismo lenguaje y que están ahí porque entienden mejor que ellas lo que son esos tres, cuatro, ocho, diez años de búsqueda.
Quizás es el hueco que les falta por cubrir a las clínicas, cubrir este vacío profesional con aquellas que ya lo consiguieron, con aquellas con las que sus pacientes se sentirán más cómodas.
“Hay días que me levanto y siento que no sirvo para nada, que si no puedo tener un hijo…¿para qué sirvo? No entiendo por qué a mi, si no he hecho nada malo, si soy buena persona…
Quizás mañana me sienta mejor, pero ahora es una constante que me golpea minuto sí y minuto también“, se repite una y otra vez Amparo.
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Se enteran de cosas que nunca sabías, todas de golpe, … que si tus óvulos no sirven, que si tienes hipotiroidismo, que si tienes que bajar peso… algo que nadie les cuenta y que es fundamental cuando si una mujer se plante en algún momento de su vida ser madre.
Y muchos días se preguntan que si se hubiesen contado éstas y muchas cosas más antes, no lo habrías dejado para tan tarde. Que quizás hubiese podido ser madre, que no estaría de tratamiento en tratamiento, que no tendría que recurrir a unos óvulos que no son míos.
“Me estoy rallando mucho, y cada vez que voy a uno de esos tratamientos me pregunto si no me estaré obsesionando, si no será mejor dejarlo.
Se han pasado media vida hablándome de todo lo que tenía que hacer para no quedarme embarazada, pero nadie me dijo lo que tenía que hacer para quedarme“, asiente llorando Raquel.
Muchos intentos, mucho tiempo invertido, muchas emociones que una vez se es madre hay que volver a colocar poco a poco en su sitio, y olvidar todo lo pasado.
Mucho dinero invertido, financiaciones pendientes, préstamos familiares que devolver… Parejas desgastadas después de tantos años buscando un sueño.
Y mujeres que no lo consiguen y que viven el resto de sus vidas con la culpa a sus espaldas, con los abortos a sus espaldas, con el sentimiento de estar “vacía“, un adjetivo, como otros tantos, tan ofensivos con lo que la sociedad patriarcal y machista nos ha etiquetado.
“Llevo siete intentos y dos abortos, ¿cómo quiere el mundo que esté? Cada vez que veo pasar a una embarazada cerca de mi se me cae el mundo encima. Me siento como en la cárcel de emociones que no me hacen sentir bien“, dice Mónica.
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