Cierto que muchas veces decimos eso de “es una mentira piadosa”… pero la mentira nunca es piadosa, la mentira siempre es cruel y hace daño y no solo a quien la sufre cuando descubre la verdad; la mentira a quien más daño hace es a quien la dice.
Por Rosa Maestro @rmaestrom @Masola_Org
Me gusta la verdad y desde hace un tiempo, ya grande, procuro no decir mentiras, procuro siempre decir la verdad, sobre todo en las cosas importantes de la vida…ya lo dicen que más vale una vez roja que ciento colorada.
Incluso hasta en los días en los que llego destrozada a casa, emocionalmente hundida, o con pocas ganas de nada, procuro no ocultarles a mis hijas mi estado…
No les digo eso de….”es que estoy cansada”…trato de explicarles según su edad el porqué de mi dolor.
La mentira siempre me ha hecho daño, mucho más que la verdad y es de las pocas cosas que me cuesta perdonar.
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No soy rencorosa, y con el tiempo olvido y perdono, pero la mentira…!mira que me cuesta!
Quizá todo venga de cuando era aún niña y, mi familia, por mi bien, dijeron, me ocultaron la poca vida que le quedaba a mi abuela.
Para mí su marcha fue una sorpresa inesperada y no pude decirle lo mucho que la quería, lo mucho que la iba a echar de menos… Me dañó que me mintiesen.
Luego a lo largo de la vida he sufrido muchas veces la mentira de aquellos que me quisieron hacer creer lo que no era, de aquellos que se ampararon en ella para no hacerme daño, según dijeron.
¡Y cuánto tiempo perdido bajo la mentira! La verdad duele un día, dos, un mes, quizá algo más…pero la mentira duele toda la vida. Pocas veces he visto justificada una mentira.
Nunca oculté que mis hijas no tienen papá, ni me inventé relaciones rocambolescas ante los oídos de los demás para justificar mis decisiones personales con respecto a la maternidad, siempre me mostré orgullosa de mi gran barriga y de cómo venía al mundo mi gran deseo, ni tampoco oculté lo duro que era volver a ser madre, ni cómo ni dónde ni porqué (cierto que hubo momentos del proceso en los que callé para no seguir sufriendo la presión de quienes decían eso de a dónde vas a complicarte la vida con lo bien que estás así, pero cierto también que me dolió a mí más que a nadie no defender en esa segunda ocasión con más ahínco mi porqué sí y no mi porqué no).
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Nosotras solomos contar la verdad a nuestros hijos, vivimos en la verdad casi las 24 horas del día y siempre encontramos un momento en la vida en la que comenzar a hablar de su verdad a nuestros hijos…de su donante, de nuestro deseo, de los diferentes modelos de familia… pero quizá por estar solas somos más valientes, o quizá por ser madres solas nos vemos más obligadas a dar explicaciones de lo que no hay en casa.
Pero cuando se está en pareja es más complicado porque es más fácil escudarse en la mentira, no hay que explicar diferencias familiares y es sencillo ocultar la donación de gametos.
Es erróneo pensar que la verdad dañará a un hijo que procede de la donación de un gameto, lo que le dañará es descubrir en algún momento la mentira y sentir que durante mucho tiempo creyó ser alguien que no era.
Para más, la mentira tiene eso de que cuando más tarde se descubre, más duele.
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Hace poco sufrí de nuevo la mentira, el dolor de aquel que miente porque cree que con eso hace menos daño o que miente para ocultar que le da miedo la verdad, y por no enfrentarse a su verdad, miente a los demás. Dolió y mucho. Decepcionó y mucho.
La mentira no se olvida con el paso de los días. Se olvida todo, todo lo malo que la mentira trajo, pero ella queda ahí diciendo adiós a la amistad, a la complicidad, al sentimiento, al afecto… la mentira hiere profundamente la confianza. Porque la mentira implica engaño y traición.
La mentira no es sino eludir la verdad y eludir la verdad no solo hace daño a quien la sufre sino a también, y a la larga mucho más, a quien la dijo.