Las madres trabajadoras no tenemos duda: La conciliación no existe. A lo largo de las últimas décadas, afortunadamente cada vez más mujeres se deciden a tener una vida independiente económicamente, desarrollarse profesionalmente, a la vez que ser madres, con todo lo que ello implica.
@Giuliana Baccino.
Pero sin embargo, los precarios avances legislativos, al menos en algunos países, hacen que la realidad del día a día de las madres trabajadoras implique un sobre-esfuerzo para poder mantener a “salvo” nuestro puesto de trabajo y a “salvo” el vínculo afectivo con nuestros hijos, sus demandas, su educación, sus actividades escolares y sociales, sin mencionar cuando se ponen enfermos.
Este sobre-esfuerzo en ocasiones nos lleva a transitar períodos de mucha ansiedad, estrés y en algunos casos hasta depresión. La sensación de no poder “llegar a todo” produce ansiedad, sumado al estrés que genera querer hacerlo a la perfección, puede llegar a afectar la relación con nuestros hijos.
Según mi opinión, implícitamente a la mujer se le exige ser una excelente trabajadora, que debe mantener su puesto de trabajo al máximo rendimiento, pero también se le exige ser una excelente madre.
¿Qué implica ser una “excelente” madre?
Ya no basta con ser una madre suficientemente buena, como la describió Winnicott en su Teoría del Apego, sino ser una madre que sepa de matemáticas, de física, de biología, que sepa correr una maratón, o tenga la velocidad de la luz para llegar en cinco minutos a la otra parte de la ciudad y, a la vez, tenga la sensibilidad suficiente, en el tiempo que pasa con sus hijos, de interpretar cada una de sus palabras, gestos y emociones para mejorar el vínculo y la confianza con ellos.
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¿Y qué pasa si fallamos? ¿Qué pasa si nos dedicamos demasiado a nuestro trabajo, no somos capaces de conducir a la velocidad de la luz y no sabemos de biología? Seremos socialmente vistas como “malas madres” o “madres no suficientemente buenas”.
Esa expresión a la que tanto tememos las madres trabajadoras. Esa expresión que nunca querremos escuchar de nuestros hijos cuando sean mayores.
¿Qué podremos hacer para que esto no suceda? Educar a nuestros hijos, desde pequeñitos, muy pequeñitos, contándoles que la madre que tienen no es como algunas madres del cole que llegan por la tarde con el bocadillo recién hecho, traído desde su casa.
No es como algunas madres de sus compañeros que tienen tiempo para involucrarse en todas las actividades para padres del cole.
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No. Y no es por eso que somos malas madres, sino que hemos elegido el camino de la madre trabajadora, el camino de la realización personal y profesional, entre otras cosas, porque no queremos hacerlos responsables de nuestras frustraciones.
Pero no por ello los queremos menos.
Creo que el largo camino que nos queda por recorrer, no pasa únicamente por un cambio legislativo para poder disponer de más permisos de trabajo o de más horas libres, sino que pasa por educar a nuestros hijos en este nuevo modelo materno, y darles siempre la seguridad de que su madre, aunque tal vez menos horas al día que otras madres, siempre va a estar allí para apoyarlos, mimarlos y acompañarlos en su camino hacia la vida adulta.