Me encanta la vida, por eso ayer salí a celebrar el día de “Todos los muertos vivientes”. Y siempre me ha gustado. Desde tiempos inmemoriables, 50 años, he reído con ganas, he llorado con ganas, he bailado con ganas, he soñado con ganas, y me he ilusionado con ganas con tantas cosas… hasta el punto de que muchos de los que a diario me quieren lleguen a pensar que tejo demasiadas colchas en mi mente o lo que es lo mismo, vivo con demasiados pájaros en la cabeza.
Por Rosa Maestro
Y ayer me dijeron que había que celebrar el día de los muertos. Y entonces me pregunté… ¿Pero cuál, el de los muertos muertos o el de los muertos vivientes?
Y es que en estos cincuenta años me he encontrado en el camino a muchas personas que viven pero no viven, que simplemente pasan por la vida. Claro que a mí también me ha pasado algún día, pero uno (bueno quizá alguno más) y luego a volver a vivir.
No entiendo que la gente se deje llevar por la apatía, por la pereza, por el desánimo y por el trabajo, sobre todo por el trabajo o … horas interminables en una oficina porque quieren llegar a ser no se qué, llenar más las arcas, o no volver a casa; por las dudas, por la confusión, por el no saber si van o vienen, por hoy te quiero pero mañana no sé,… ¿para qué? Cuando ya hay garbanzos en la olla para comer…
Lo peor de todo es cuando uno de estos zombis se instala en nuestro corazón. Y eso ocurre bastante a menudo. Ya se sabe que zombis, dráculas y muertos vivientes van detrás de los vivos. Y eso me pasó a mí, que uno de estos monstruos entre vidas vino a por mí.
Y claro los vivos queremos que todos vean la vida y eso quise hacer: le enseñé la vida, el amor, la pasión, el sexo, la amistad, la risa, la carcajada… E intentó vaciarme el corazón. Solo que yo no lo consiguió. Claro que su mente ingeniera se lo aprendió todo, de matrícula de honor, solo que se le olvidó que hay que ponerlo en práctica, experimentar…
A veces es difícil darse cuenta de que te has enamorado de un muerto viviente. Y muchas de nosotras hasta llegamos a casarnos y tener hijos con estos dráculas. Yo por suerte no. Todo menos ser la novia de la muerte. Y salir de la zona de confort que a veces son las tinieblas también cuesta.
Nos volvemos dependientes de las pocas veces que las tinieblas te dejan ver la luz. Pero detrás de la tumba que el zombi nos regala en forma de ramo de rosas, hay vida. Y mucha, y mejor.
Ayer celebré y brindé por el muerto viviente que una vez se instaló en mi corazón, brindé por no sentir ni siquiera lástima por él. Y celebré haber descubierto que los muertos vivientes lo serán toda su vida, porque vinieron ya al mundo, lamentablemente, así.
Me bebí todo, todo el amor que una vez pude llegar a sentir. Todo para mí. Terminé de recuperar toda mi sangre; en esta ocasión se la chupe yo toda a él. Y recordé: “ten cuidado, eres carné de cañón para aquellos que solo despiertan una noche al año, ésta”.
Libre de calaveras y cadáveres, sigo y persigo la vida. Hasta el día en que tenga que viajar lejos. Que lo haré gustosa, con el deber cumplido de haber vivido. Y sola, no quiero en mi viaje que me hagan descuento de grupo por llevar a mi lado muertos vivientes.
Y al zombi, desearle que se vuelva a meter en su tumba, que es donde mejor puede estar.