
Foto: Pixabay La mujer tiene que ser libre en su elección de cómo, cuándo y con quién desea ser madre
Cuando una mujer sola decide ser madre sola, y sin pareja, y quiere tener a su hijo de forma biológica, muy a menudo es asaltada con la pregunta: ¿Y mejor, por qué no adoptas?
Cuando una pareja no consigue tener hijos de forma natural y deciden optar por un tratamientos de fertilidad, es habitual que sean increpado con la pregunta de ¿por qué no adoptáis?
Rosa Maestro @rmaestrom @masola_org
Si es un hombre solo o una pareja de hombre o mujeres, la misma pregunta, si optan por la reproducción asistida o la gestación subrogada, suele darse.
Cientos de veces me hicieron esta pregunta cuando decidí traer a mi primera hija al mundo. Otras ciento de veces he leído eso de “con la de niños que hay en el mundo sin una familia y qué egoísmo tan grande, estas mujeres sin pareja que recurren a la reproducción asistida para ser madres”, sobre todo desde que en muchas comunidades se decretó que las solteras y lesbianas sólo podrían ser madres con donante de esperma en la sanidad privada, “pagando su capricho” como así dijeron algunos de sus “más fieles seguidores”, y vetadas en la sanidad pública.
Es la misma pregunta impertinente y la misma sentencia sobre lo correcto que a menudo leo en las redes cuando una pareja decide recurrir a la donación de óvulos, de embriones, o a la gestación subrogada. Igualmente si el que decide recurrir a la gestación subrogada es un hombre solo.
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Todavía no salgo de mi asombro cuando leo que para algunas personas el hecho de que nosotras tengamos un hijo es un capricho, y ya que tenemos un capricho, entonces mejor que lo convirtamos en un acto de caridad adoptando un menor. Nada que comentar si la pareja o la persona recurre a una gestación subrogada.
Pues bien, tener un hijo no es un capricho, es el deseo de una mujer o de una pareja de tener una familia, independientemente de cuál sea su estado civil o su tendencia sexual.
Desear tener un hijo biológico es de lo más natural, con todos mis respetos a aquellas que no lo desean y que son libres de decidir cómo quieren vivir. Ese deseo es el mismo si se está sola o en pareja, si se es lesbiana o heterosexual. No alcanzo a entender a aquellos que nos invitan a adoptar amparándose en un acto de solidaridad, como si tener hijos estando sin pareja fuese un handicap para el menor, y con frases tan ursulinas como “pobre mujer, así ya no estará sola ” o con respecto al hijo con pensamientos como “peor de lo que estaba no va a estar”.
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Casi me asombra más cuando es una pareja que recurrió a la gestación después inclusive de haber sido rechazada para la adopción por el simple hecho de haber pasado una enfermedad en el pasado; o cuando se le reprocha a ellos que acudan a la gestación cuando podrían adoptar…
¿Qué pensaría una pareja que comunica que quieren ser padres si de pronto le asaltasen con “¿y por qué mejor no adoptas?” O cuando van a comunicar que van a aumentar la familia se les dijese: “con la de niños que hay en el mundo en los orfanatos, ¿por qué mejor no adoptas?”
Voy a empezar por aclarar que quienes adoptamos, porque yo sí adopté después de tener a mi primera hija con un donante de esperma, no lo hacemos por caridad, lo hacemos porque queremos ser madres de un menor que no puede estar con su otra madre, queremos ser madres. Adoptar es un proceso largo, duradero, difícil, psicológica y a veces económicamente duro.
Adoptar es una decisión muy meditada, de un convencimiento y un deseo que traspasa los límites del simple deseo de ser madre, es querer ser madre del hijo de otra madre y aún sin conocerla elegir compartir tu amor por tu hijo a diario con ella, porque aún sin su hijo es muy probable que su corazón le ame tanto como el mío.
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Adoptar es un deseo de libre elección y no un deseo exclusivo de “esos otros colectivos” (del que excluyo a las familias de gays y lesbianas que ni siquiera son aceptados por mucha parte de la sociedad en la adopción).
Adoptar, pese a ser un deseo libre y personal, no es aceptado por las instituciones en “esos otros colectivos”, que son engatusados en los procesos adoptivos nacionales en los que las leyes dicen una cosa y las instituciones de los menores hacen otra.
Las monoparentales, mujeres solas, porque de los hombres ya ni hablar en estos procesos de adopción, somos vetadas en la adopción nacional –pocas monoparentales han podido adoptar en España-, aunque la Ley diga lo contrario y autodirigidas a la adopción internacional (cuando en España hay cientos y miles de niños adoptables en las casas de acogidas de esos mismos países, y por desgracia, cada vez más del nuestro).
Países todos como el nuestro en el que priman mil y una ideologías supuestamente basadas en el bien del menor y que olvidan las verdaderas prioridades de esos menores (“unos 18.000 niños mueren cada día en el mundo víctimas de enfermedades curables”).
Pero además, la adopción conlleva una implicación diaria con tu hijo, con unas necesidades diferentes, con un sentimiento de abandono casi como apuesta segura, con un trasmitir diario de tu amor por él o ella, y estar ahí en todos esos conflictos internos que tuvo, tiene y tendrá. Adoptar no es me levanto un día de la cama y “voy a hacer un acto de caridad”.
Así que aunque muchas mujeres sin pareja o parejas de todo tipo quisiesen adoptar en lugar de tener un hijo biológico, “no les dejan hacerlo”.
Una vez claro que la decisión de adopción de un menor es algo que traspasa la frontera del deseo de ser madre, y que “las monoparentales o tenemos difícil no, lo siguiente, y parejas gays/lesbianas, también, así como personas que han pasado por alguna enfermedad grave“, me gustaría volver a la maternidad biológica y decir que ¡es tan lícito el deseo de ser madre biológica!, ¡y tan reprochable el énfasis de aquellos que lo juzgan!, que solo pido que dejemos libre a la mujer en su maternidad, libre en no querer tener hijos, libre en querer tener familia numerosa, libre en que sean biológicos o adoptivos… dejemos que sea cada mujer quien elija en su vida, y no los demás quiénes decidan cómo debe elegir su maternidad de acuerdo a sus criterios, o mejor dicho, frustraciones ideológicas; en definitiva, libre en su elección de cómo, cuándo y con quién.




