Viaje al Algarve en familia. Hacía tiempo que teníamos ganas de ir al Algarve. Todo el mundo habla maravillas pero al ser tan turístico me echaba para atrás. Bien, decidimos ir en el mes de septiembre, intuyendo que estaría menos visitado y acertamos.
Rosa Maestro @rmaestrom @Masola_Org
Lo primero que hicimos fue reservar un apartamento, nada de hoteles, porque con niños comer a diario en restaurantes es malgastar el dinero ya que nada como lo que hace “mamá”. La verdad es que no les queda mucho tiempo para cambiar de opinión y desear todos los platos típicos de cada sitio como a mi me gustaría.
Sitio de acuartelamiento: Quarteira. Es el pueblo típico costero y turístico de nuestrosaños ochenta. Me encantó volver al pasado, porque en esta reciente modernización nuestra una empieza a encontrarse descolocada y ya a mis años añoro aquellos años en los que todo iba más despacio.
Una estación de autobuses de mi juventud y un mercado de abastos de los de verdad me devolvieron a mi infancia en Cataluña. Productos auténticos y de calidad, pescado fresco y olores a pasado.
Decir que si todo lo que os voy a contar os parece poco, nunca he visto más parques acuáticos por metro cuadrado como en el Algarve, ni zoos, o actividades marítimas para niños.
Por supuesto, cientos de rutas para hacer senderismo o para recorren en bicicleta. Esta zona portuguesa no da pie a un solo día de aburrimiento, aunque de vez en cuando, no venía nada más quedarse a escuchar el silencio de nuestra piscina.
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Faro fue nuestra primera parada. Capital del Algarve, tiene un encanto con sabor a antaño. Recorrer sus calles es transportarse a otra época, a otra forma de vivir. Faro no tiene playa, toda su costa es Parque Nacional, gracias al gran humedal de la Ría Formosa, un pantano de 18.400 hectáreas que sirve de hábitat para aves acuáticas, similar al Parque Nacional de Doñana.
La recorrimos despacio porque nos enamoramos de la ciudad y mucho más de su tren, que recorre todo el Algarve, eso sí muy lento, como los trenes de los años 70, como su decadente casco antiguo que quiere acompasar a pasos rápidos la modernidad aún ausente.
Comimos relajadas pero la verdad es que Faro no es de las ciudades que se pueda decir que comer es barato, sino todo lo contrario. Y de ahí barquito a la isla Deserta.
Los tienes baratos y caros. Puedes ir en Ferry por cinco euros pero a unas horas determinadas o si sois varios pillar un taxi-barco que raramente bajará de los 10 euros. El viaje en barco por las marismas del Parque Nacional Ría Formosa es indescriptible. Y la isla, el mejor momento de todo el viaje. Está como su misma palabra dice, desierta.
Desde el mismo puerto de Faro, venden excursiones de un día a las cuatro islas por un precio entre los 35 y 45 euros por persona. Trayectos de 4 ó 5 horas, que desde mi punto de vista solo compensa si vas con el tiempo muy justo.
De lo contrario aconsejo ir un día a cada una de las islas, por lo menos a las más importantes o más intensas: Fuseta, Deserta, Barreta, Culatra y Armona. Desde Tavira también puedes ir a sus islas de enfrente con el mismo nombre pero son mucho más turísticas que las anteriores.
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Arenas blancas, embarcaderos desde donde lanzarte al agua, atardeceres sin iguales, sardinas asadas, caipirinha…. todo invita a quedarte. Rincones genuinos donde es imposible no pensarte viviendo en un futuro retiro.
Culatra fue otro redescubrimiento. Nada más atracar tuve la sensación de haber hecho un vuelo transoceánico y encontrarme en la misma Jamaica. No sé porqué mi primera impresión fue la de haber llegado al Caribe.
Lo siguiente fue intentar averiguar si allí era posible alquilar una casita para otras futuras vacaciones. Todas ellas, sin duda, podrían pasar por cualquier isla del Caribe.
Una sola calle, repleta de casitas bajas, decoradas con azulejos típicos de la zona, sin asfaltar y a las que se accedía caminando por la arena, con bares, tascas y restaurantes muy humildes y encantadores.
Más de media hora de camino por un paraje isolado hasta sus azules playas, de arena blanca, espectacularmente amplias y en el mes de septiembre bastante solitarias.
Para llegar a Culatra o Armona, tienes que coger los Ferry que salen desde el puerto de la encantadora y pequeña Olaho, y sus precios son muy asequibles, entre dos y tres euros. Y el mejor día es el sábado, porque se accede al embarcadero atravesando uno de los mercados al aire libre de productos locales más encantadores.
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No descarto volver algún día y hacer noche en alguna de ellas, porque tiene que ser muy reconfortante y cálida la sensación de amanecer tan cerca y a la vez lejos de la civilización.
Armona, algo más turística y con algo más de prestaciones, también nos enamoró. Idílica para pasar el día con niños y sobre todo, en todas ellas, maravillosas en su atardecer y en su recorrido de vuelta en barco mientras cientos de gaviotas deciden acompañarte. El sonido, la luz y el contacto con el viento, hacen que el momento sea verdaderamente mágico.
Fuera de las islas te recomiendo visites despacio las pequeñas ciudades de Tavira, Olaho, Lagos y Silves.
Albufeira fue para mi un desencuentro. Demasiado turismo, demasiado hotel, demasiada gente, demasiado ruido y demasiada fast food. En su momento debió ser una ciudad encantadora como las otras, pero en estos momentos prefiero dejarla para aquellos que buscan la algarabía en lugar de la tranquilidad. Sus playas cercanas no dejan de hacer juego con la ciudad y aunque son bellas, están demasiado concurridas.
Sin embargo, la cercana Lagos ofrece otro aspecto. Mantiene su encanto y silencio de antaño. En ella todavía se pueden oír los pasos de la gente que la recorre en silencio. Desde ella, desde su puerto se pueden alquilar las barcas que llevan a muchos turistas a ver sus Acantilados de la Ponta da Piedade, de una belleza natural incomparable. Espectaculares, aunque son aún más bonitos, dicen, los que se pueden visitar desde la pintoresca población costera de Carvoeiro….Pilares de roca, grutas ocultas y túneles naturales…
Carvoeiro… que agradable sorpresa, porque dejamos nuestro mar verdoso para encontrarnos con las aguas más azules que haya podido ver por Europa. Hubo momentos que el Caribe se hizo presente de nuevo, y sin tener que coger un vuelo de más de diez horas.
El pueblo es amoroso y su playa idílica para disfrutar de la familia, la buena comida, y las risas de ya un apagado verano.
Cerca de Carvoeiro se encuentra la playa más romántica que se pueda visita, Playa Paraíso, coqueta, recogida, otoñal, escondida, y a la vez furiosa, tanto como para no estar permitido el baño en muchas ocasiones por sus fuertes corrientes. Merece la pena bajar hasta ella aunque solo sea para sentarse un rato y oír de cerca la furia de sus azules olas.
Desde Carvoeiro parten todos los barcos que visitan las Grutas Benagil que se pueden combinar con alistamiento de delfines.
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Nosotras en esta ocasión no hicimos esta excursión ya que lo que más nos apetecía era pasar un buen rato en la pequeña playa que se encuentra en el interior de una de estas grutas; a la que solo se accede a nado desde otra (unos cinco minutos pero nada aconsejable por lo peligroso de su intento) o en kayac (con precios de cerca de 25/30 euros por persona).
Lo que si tenemos claro es que esta zona será una de las que más exploraremos en nuestro próximo viaje al Algarve.
No nos conformamos con Caroveiro y al día siguiente nos encaminamos hacía el Cabo San Vicente y Sagres… El sentimiento de vacío, de inmensidad, de no haber nada más allá, de la posibilidad de un nuevo mundo al otro lado embargo nuestros cuerpos sacudidos por el viento y el frío.
Metros y metros de altura hacía la furia de unas olas enfadas no, cabreadas con el mundo. Golpes contra las rocas que nos hacían temblar de miedo pese a estar tan lejos y protegidos.
No podemos olvidarnos de la parte del Océano Atlántico, el Parque do Sudoeste Antelejano. Las playas de esta zona son poco frecuentadas por los turistas y sí por los surfistas y, sin embargo, tienen un atractivo paisajistico impresionante.
Es aquí donde encontré la playa de mi vida: Arrifana, en la costa Vicentina, que es la que llega hasta Setúbal. Mucha parte de esta costa está protegida por cuestiones naturales, y la restante apenas cuenta con edificaciones, pocas casitas mirando a playas como ésta de belleza exultante.
Lo cierto es que cuando me percaté de su esplendor solo pude tomar aire y decir: “Como he podido tardar tanto en encontrar este rincón del mundo”.
Otra playa de la zona que me enamoró fue la de Do Amado, después de visitar Aljezur y Odeceixe, y los acantilados de Punta Carrapateira, solitarios, silenciosos, isolados, ventosos y orgullosos.
El Algarve, un destino al alcance de cualquier tiempo vacacional, más económico que toda la zona de Huelva ( que puedes aprovechar y conocer también), ha sido todo un descubrimiento.
Un mundo cercano, menos desarrollado, más detenido en el tiempo, al que seguro volveremos. Excelentes playas, pueblos con encanto, gastronomía muy cuidada con buenos productos frescos, y mucha paz y tranquilidad.
Nos dejamos por fotografiar la ya única estación de autobuses de Quarteira, así que no tardaremos en ir de nuevo con cámara en mano.
Comentarios 2
6 agosto, 2021En 7:47
Estamos en Algarve, me encanta como escribes.
Muchas gracias.
25 agosto, 2021En 12:34
Ay que sitio tan marqavilloso, me alegra mucho
Un abrazo
Rosa