Apenas empezaba a vivir cuando comencé a sentir el miedo por ser mujer. Un día, con unos 14 años, de camino a mi casa, en una calle transitada y en horario de salida escolar, dos individuos bajaron directamente hacia mí desde un Simca1200. Si, llevaban melena y pantalones de campana, pero lo del atuendo me enseñó más tarde que no era sinónimo de nada. Dentro del coche otros dos.
Siempre he sido muy desconfiada y de inmediato me puse a correr y a gritar. Desaparecieron.
Los años siguientes y mis salidas en los 80 estuvieron acompañados de regresos a casa por medio de la carretera, por miedo a sufrir una emboscada en la acera. De la violación de una amiga en su portal, de la felación que tuvo que hacerle otra a un desconocido en el descampado cercano a esa misma acera, de tres o cuatro exhibicionistas en los pasadizos del metro, de no hacer auto stop y mucho menos regresar a casa en coches de desconocidos, de no subir a solas con amigos a sus casas, de regresar siempre en taxi y pedirle que no se marchase hasta que no abriese la puerta del portal y encendiese la luz.
Más tarde, tuve turnos de trabajo nocturnos y yo, como muchas compañeras, tratábamos de cambiar el máximo posible por no volver a casa solas. Aún recuerdo un día a las 23 horas regresando en el bus de la empresa. Llovía a cántaros y al irse el autobús resbalé y me empapé entera. Iba con uniforme. Eran los años últimos de los 80. Dos drogadictos de heroína sentados en un banco me dijeron: “joder colega, vaya hostia que te has metido”. Pensé…¨de esta no me salvo”. Era enero y no había un alma en toda la calle.
Ambos se ofrecieron a acompañarme a casa y a llevarme el bolso. De dónde me dejó el autobús hasta mi casa había como unos 15 minutos andando.
Lo mínimo es que me roben, pensé.
Fueron preguntándome por mi trabajo, por mi vida, si era del barrio de toda la vida. Y me dejaron en mi portal. Me devolvieron el bolso y me dijeron: “tronca, no deberías ir sola, dile a tu novio que venga a buscarte”.
Y así aprendí a mirar con doce ojos cada vez que subía en un metro o autobús, a no dejar de controlar mi alrededor. Quien va delante, quien va detrás. A pegarme a las mujeres que se bajan conmigo del bus o del vagón de metro. A salir muchas veces con una navaja o un cuchillo en el bolso. A dejarlo todo a mano si entro en el garaje un poco tarde y no entretenerme. A aparcar encima de una acera pese a la posibilidad de que una multa,por la denuncia de un vecino, me cayese aunque bajase a las 07 horas a retirar el coche.
Y a esas carreras entaconada ( no por gusto, sino exigencias del uniforme) hasta el portal. El miedo a meter la llave y que te sorprendiese alguien. El miedo a entrar en tu propia casa sola y que hubiese alguien.
Era pánico. Y no soy una mujer cobarde. ¿No me pasó nada porque fui precavida? No, simplemente tuve la suerte que otras como #LauraLuelmo no tuvieron.
Ahora el miedo es mayor. Cada vez que mi hija sale de casa tengo que recordarle que todo lo que le he hablado de su independencia, de su autoestima, de su valor, de su empoderamiento, desaparece en una calle oscura delante de un primario trastornado.
Mira siempre a tu alrededor, vigila quienes van contigo en el autobús y con quienes te bajas, no montes en coches ni de conocidos ni desconocidos, no vayas demasiado provocativa porque algunos creen que les ofreces tu cuerpo y otros que tu cuerpo es suyo.
No somos libres. Hoy por hoy no lo somos. Seguiremos luchando pero nos falta mucho. La educación aún es muy patriarcal y cada vez hay más trastornados, por estrés, por la sociedad, por la soledad y las adiciones…porque son así y no cambiarán nunca, con cárcel o son cárcel.
Hoy por hoy no nos queda otra que ser menos libres para evitar ser violadas o asesinadas porque ninguna medida política es eficiente, tan solo visten muy bien en titulares pero no existen…
No, la mujer sigue sin importar, sin ser tomada en serio y no por trastornados incultos, sino por cultos que dicen saber mucho de la mujer. Ahí está el señor Javier Marias criticando los nuevos vocablos de una corriente moderna feminista en su columna como empoderamiento femenino, machírulo, heteropatriarcado, discriminaciòn positiva… porque dice que son palabras de moda que le impiden seguir leyendo.
Pues decirle que a nosotras no es que nos impidan seguir leyendo pero sí vivir en igualdad vocablos como solterona, nenaza, provocadora, golfa, zorra,perra, … y a otras muchas les impide vivir además de ser violadas antes de morir.