El androcentrismo y el patriarcado siempre han hecho ver que las madres solteras no formamos parte de esa maternidad alabada, venerada e incluso elevada a lo virginal.
Nosotras, las madres solteras, hemos sido siempre como mínimo discriminadas cuando no ca
stigadas, penadas, maltratadas, olvidadas e incluso matadas.
¿Han cambiado las cosas? No, solo en lo superficial, en a cara vista de no agresión física, en la parte más maquiavélica, pero no en el fondo ni en el trasfondo.
Seguimos formando parte de una sociedad en la que la regulación de la misma, las leyes y justicia a través del Derecho se siguen rigiendo desde un punto de vista androcentristadonde el hombre y las mujeres que han llegado a formar parte del entorno laboral y regulador, lo siguen haciendo en pro a las necesidades del hombre como necesidades universales y dentro de lo humano y las necesidades de las mujeres como específicas o dentro de entornos minoritarios.
Si embargo las mujeres no formamos parte de un grupo poblacional minoritario porque como mínimo somos la mitad de la población.
Y en esta regulación androcentrista en la que hasta hace muy poco las mujeres solo éramos reguladas en función a nuestras necesidades específicas del ámbito de la familia (sexualidad versus procreación, procreación versus cuidados, cuidados versus asegurar la continuidad del hombre), que una mujer no necesite de una familia nuclear sigue siendo inadmisible.
De ahí que los políticos de hoy en día sigan dando largas y largas a las necesidades de un modelo de familia que no se encuentra dentro de su derecho androcentrista.