Hola, mi nombre es Javier y quiero compartir mi experiencia como donante de esperma.
La decisión que tomé hace más de 25 años de participar en un banco de esperma no fue sencilla, pero hoy puedo decir con orgullo que me siento satisfecho con esa elección.
Desde siempre, he creído en el valor de ayudar a otros a formar familia.
Recuerdo cuando un amigo cercano me contó sobre su lucha para concebir. Las dificultades que enfrentó y la tristeza que eso le generaba me impactaron profundamente. A través de su historia, entendí el deseo tan poderoso que tienen algunas personas de ser padres. Así que, tras investigar y reflexionar sobre el proceso, decidí que quería ser parte de un acto generoso y que, además, me ayudaba a pagar mis gastos de estudiante fuera de su casa.
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Hoy, además de ser un donante, soy también padre. Mi primera hija, que ya tiene 15 años, y hace tres años volví a ser padre de una segunda hija fruto de una segunda relación.
Ser padre de nuevo y en una edad mucho más adulta ha transformado mi mundo; cada risa, cada paso que da, y cada vez que me llama “papá” llenan mi corazón de una alegría indescriptible. Esta experiencia me ha hecho reafirmar mi decisión de ser donante, si alguna vez dudé si hice lo correcto, desde que nació mi segunda hija, ya no albergo duda alguna. Si alguna vez mis donaciones han permitido que alguien más experimente el amor que siento por mi hija, me siento increíblemente satisfecho.
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En cuanto a conocer a las personas que nacieron gracias a mi donación, es algo que no me importaría en absoluto.
Sería conmovedor saber que he podido ayudar a crear vida y ver cómo han crecido esas personas, pero mi deseo no es establecer una relación familiar con ellos. Entiendo que para muchos donantes, la idea de implicarse emocionalmente o conocer a sus “hijos” puede ser abrumadora. Para mí, el donante es una figura anónima que permite a otros ser padres, y eso es una parte importante de mi papel. Valoro mi privacidad, y creo que es fundamental respetar la familia y el entorno que cada uno de estos niños ha crecido.
Sin embargo, hubo una ocasión en que me sentí un poco agobiado. Recibí un mensaje a través de una red social de una persona que decía que podría ser un hijo mío. En un primer momento, debo admitir que sentí una mezcla de sorpresa y confusión. No tenía expectativas de que alguna vez alguien intentara contactarme, y eso despertó en mí una sensación de vulnerabilidad.
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Aunque la curiosidad es natural, me di cuenta de que el hecho de que alguien quisiera acercarse a mí podría complicar aún más la dinámica entre donantes y receptores. Respondí amablemente, expresando que no me sentía cómodo estableciendo una conexión, y que mi intención al donar era precisamente ayudar a otros sin involucrarme emocionalmente. Y bloqueé. La ley es clara en España nos guste más o menos y no estaba dispuesto tampoco a cometer legalidad alguna. Creo que sería bueno poner fin al anonimato de los donantes pero no está en mis manos.
Este tipo de situaciones me han hecho reflexionar sobre la importancia de la comunicación clara y los límites. Me siento orgulloso de mi decisión de ser donante, pero también me doy cuenta de que mantener la distancia adecuada es esencial para proteger tanto mi bienestar como el de las familias que han podido crear sus propias historias gracias a mi decisión.
En resumen, ser donante de esperma ha sido una de las experiencias más gratificantes de mi vida.
Si pudiera darles un mensaje a aquellos que han utilizado mis donaciones, sería que les deseo lo mejor en su viaje familiar. No hay mayor alegría que el amor que se siente al ser padre o madre, y me alegra haber podido contribuir a que algunos logren alcanzar ese sueño.
Aunque mi papel es el de un donante anónimo, siempre llevaré en mi corazón la satisfacción de saber que ayudé a crear nuevas vidas.

