A menudo las madres por #donacióndegametos debatimos sobre cuándo, cómo y de qué manera contarle a nuestros hijos la verdad de sus orígenes. Psicólogos y especialistas en reproducción asistida aconsejan decirles la verdad, una verdad que habla de amor, de deseo, de ilusión, y de un señor generoso que nos hace las mujeres más felices del mundo donando su semillita.
Rosa Maestro @rmaestrom @Masola_Org
Para mí no fue difícil contarle su historia a mi hija, desde los tres años inventé un cuento que todas conocéis, “Cloe quiere ser mamá”, con el que poco a poco se familiarizó con su modelo familiar, con su orgullosa mamá por haberla tenido y alcanzar su deseo, con el señor generoso que con el tiempo supo que se trataba de un donante.
Y llegó mi segunda hija, un regalo de vida, nacida de mi corazón y plenamente feliz con su adopción. Y también cumplió los tres añitos, edad en la que los psicólogos especializados en adopción aconsejan empezar a revelar sus orígenes y heme allí contando de nuevo la historia de otros orígenes. Y ahí que empiezo a contarle su llegada al mundo y es cuando me doy cuenta de que esta vez la historia no es tan bella ni tan hermosa, que debo cuidar aún más mis palabras porque ella, que ya había escuchado el cuento del nacimiento de su hermana, abre sus oídos y se siente feliz porque va a escuchar también la historia de su nacimiento, que espera sea tan hermosa como la primera.
Escoger cada palabra para no dañar sobre un abandono es difícil, sobre todo si no se sabe nada sobre los motivos ni las circunstancias, revestirlo de encajes rosas aún más complejo si cabe y más duro cuando al final de la historia tu hija te dice eso de: “mañana me la vuelves a contar pero esta vez yo nazco de tu tripita y mi hermana de la otra mamá de color”.
Pausa y más pausas…. Pero no silencio, siempre la verdad. Tuve que arrancar la verdad de mis dudas para explicarle que eso no podría contárselo nunca porque no sería verdad y comenzar a contar aquello que es verdad, que “tu naciste de mi corazón”, y que hay unos orígenes, ajenos a nuestro aquí y ahora, que desconocemos, que no sabemos si alguna vez conoceremos, y que formarán parte de nuestros muchos interrogantes, las suyas y las mías.
Dulcificar durante estos años la historia de un abandono a un niño ha sido complejo pero no duro desde el momento en qué entendí que la mentira es mucho más dura y que ella comprendería que su situación inicial determinó que hoy estuviésemos juntas, que nos quisiésemos tanto… que si no hubiese sido así yo no habría tenido tanto amor y no tendría una hija a la que adoro tanto. Aun así, y ya a sus siete años, las incógnitas van apareciendo y cuando no hay nada, absolutamente nada de donde rascar, muchas veces me pregunto si también sabrá vivir con grandes incógnitas, distintas a las de los demás, feliz y sin que éstas perturben nada más que su mera curiosidad. En su crecimiento, aún temprano, parece haber poco hueco para el interrogante, pero queda tanto camino por recorrer…
Ambas tenemos un gran camino que recorrer, del que lo único que sé seguro es que lo haremos siempre con la verdad por delante y juntas.