Aunque creamos que no, es un sentimiento muy normal y forma parte del “duelo genético”. Desde que nacemos sentimos que nuestro destino biológico es ser madres y, culturalmente, se nos ha educado para trasmitir nuestros genes.
Tampoco hay que olvidar que cuando una mujer llega a la ovodonación o la embriodonación lleva ya acumuladas experiencias dolorosas que le ponen en una situación de gran vulnerabilidad psicológica y emocional. Y esto no ayuda a que dejemos de darle vueltas a la genética, primero por nosotras y después por nuestro hijo/a: ¿cómo se sentirá?, ¿querrá conocer sus orígenes?, ¿pensará que no soy su madre?, ¿lo sentiré mío durante la gestación o estaré pensando que es el hijo de otra?
Ante todos estos sentimientos, totalmente naturales, debemos hacer un pequeño break en nuestros tratamientos y gestionar el duelo, porque un embarazo y una maternidad con ellos a cuestas nos pueden hacer mucho daño a nosotras mismas y a nuestros hijos.
¿Por qué? Para aceptar que nuestro hijo o hija tendrá la carga genética de otra mujer. Esto suele provocar muchas inseguridades, dudas y miedos hasta lograr generar ese vínculo con el embrión y luego el bebé. Sin embargo, la epigenética, la capacidad de modificación de genes que tiene, ayuda a que hijos y madres tengan un mayor parecido.
Desde IVI cuidan el lenguaje con el que se dirigen a sus pacientes con el fin de ayudar en ese duelo genético tan importante. “Cuando llegan a la clínica y vemos que no hay opción con sus propios óvulos, no decimos: llegas tarde, por tu edad tus óvulos han envejecido o no te quedan y sólo puedes recurrir a una última opción que es la ovodonación o la donación de embriones. Nuestro lenguaje es integrador: “hay infinitas formas de llegar a ser madre y, hoy en día, la tecnología nos ha regalado opciones como la ovodonodación o la donación de embriones cuando no es posible de otra forma”.
La normalización de la diversidad familiar y hablar de ello sin tapujos nos lleva a una mayor aceptación y esto ayuda. Y ante comentarios como: “no es de mi sangre”, “no sé si voy a tener un vínculo como si fuese mío”, “no sé si lo sentiré como mi hijo, etc. piensa que no es la genética la que hará sentirte madre, ni la genética quien decide que es tu hijo.
Hay estudios sobre epigenética que demuestran que el ambiente uterino influye y que hay comunicación entre útero y embrión, lo que hará que unos genes, rasgos, comportamientos, etc… se manifiesten o no. Y eso estará determinado por el entorno, donde vivimos, cómo es nuestra familia, nuestra alimentación e incluso lo vivido el vientre materno, y otros muchos inputs a lo largo de nuestra vida.
Así que, ante la pregunta, la respuesta es ¿de quién va a ser? La experiencia de otras muchas mujeres nos dice que cuando sientes el corazón de tu bebé latiendo en tu interior, no vas a tener ninguna duda que tú le das la vida, de que es tu hijo/a.
Y así es. Desde el mismo momento en el que sabemos de nuestro embarazo, las dudas se disipan y si pudiéramos echar atrás en el tiempo y nos dieran la oportunidad de ser madres con nuestros propios óvulos ninguna cambiaríamos nada de lo que aconteció a nuestra maternidad.
Pero también es cierto que en algunas ocasiones no se supera el duelo genético y tampoco nos tenemos que sentir culpables por ello. La genética lleva instalada en nuestra descendencia desde el origen de los tiempos. No estamos obligadas a ser madres agotando todas las opciones.
Cada mujer tiene que emprender su camino hacia la maternidad como ella considere, siempre respetando, escuchando, dejándose aconsejar por el especialista desde el punto de vista médico. Tiene que ser una decisión muy personal o de pareja y por nuestra parte hay que admirar la valentía tanto de quienes deciden sí, como de quienes deciden no.
De todos modos, si necesitas más información de cómo gestionar este proceso, IVI tiene una guía gratuita en la que tendrás información relevante que seguro te sirve de ayuda. La puedes descargar aquí.