Me encontraba yo sumergida en google, viendo, observando, leyendo en algunos blogs, páginas de redes sociales, web de madres blogueras, de padres con ganas de escribir, de familias que nos cuentan sus historias y, de pronto, me adentré en una que llamó mi atención: “padres del cielo”.
Rosa Maestro @rmaestrom @Masola_Org
Nunca jamás había leído testimonios tan hermosos. Padres y madres que acompañaban con fotos a tan conmovedoras historias sobre sus hijos, aquellos que ya no están con ellos.
Se me hizo un nudo la garganta, se me nubló la mirada y fui incapaz de ponerme en su piel, de imaginarme cuánto dolor por superar y cuánto amor sin disfrutar o disfrutando en la distancia.
Me quede parada, fija en una frase: “no me critiques si me ves llorando, es que no sabes la prueba que estoy pasando”.
Una de las preguntas que más a menudo me vino a visitar durante mis días de miedos, temores, dudas era sobre que pasaría si yo faltaba, si me iba demasiado pronto a ese viaje sin retorno físico – miedo me sigue dando hasta hablar de ello -.
Siempre me he dicho a mí misma que sería duro, no para mí, para mis pequeñas…y siempre me he encomendado a no sé qué para tener la oportunidad de dejarlas bien, de dejarlas tranquilas, estables, y sobre todo, maduras.
Ahora con el tiempo, a veces me descubro con ellas hablando de ello.
Nunca les he mentido, jamás les he dicho que eso no nos puede suceder a nosotras, sino que, podría ocurrir, que mamá deseaba con locura que no, pero que si eso ocurriese jamás estarían solas, aquí acompañadas por su familia, y en su corazón siempre caminando con mamá.
Que era allí donde me tendrían que buscar, en el corazón, porque allí estaré siempre y que me podrían preguntar todo aquello que quisieran, y contarme todo aquello que deseasen y que podrían oírme, podrían sentir mis besos, mis abrazos.
Y también les digo que aunque eso ocurriese, no me arrepiento ni un momento de que estuviesen en mi mundo, que la vida es lo mejor que he conocido, que me encanta vivir, que adoro vivir, y que los momentos malos no tienen nada que hacer con los buenos.
Que lo mejor que he hecho es darles la vida, lo mejor que les podía dar.
¿Pero y si fuese al revés?…para la inversa no puedo prepararme, ni siquiera soy capaz de hacerle un hueco en el más mínimo mis pensamientos.
Sé que tampoco me arrepentiría de haber tomado las mejores dos decisiones de mi vida, porque tan solo un segundo con ellas mereció la pena.
He llorado por todas esas madres que no conozco y que perdieron lo que más amaban.
No me he podido poner en su lugar, ni siquiera acercarme, por miedo a tanto dolor, a tantos abrazos al aire buscando sus pequeños rostros.
Y me he encontrado pensando en cuánto tiempo perdemos a diario, en tonterías, en discusiones que no van a ningún lado, cuánto tiempo perdemos al día sin ellos, cuántos momentos dejamos pasar, unas mujeres más y otras menos, unos días más y otros menos.
Me asomo a la ventana y veo a tantas mujeres enfundadas en sus trajes corriendo de un lado para otro pensando en que lo más importante es el dinero, el prestigio, el poder, el éxito…
Señoras, pónganse el camisón, métanse en la cama, estrujen a sus hijos, díganles a diario lo mucho que les quieren, lo mucho que les aman, aprovechen sus abrazos, sus besos… no importa tener el pelo a dos colores, los pantalones de hace tres temporadas, ese ascenso que se dejaron en el camino…. lo que importan son sus besos, sus “te quiero” cada mañana y cada noche, las tardes de parque, los días de playa, el helado que nos comimos juntos -.
Ese es el hijo que llevaremos siempre dentro, en nuestro corazón y que nunca nos abandonará, y esa es la madre que nuestros hijos llevaran dentro, en su corazón y que nunca les abandonará.