Malas madres
Madre, no he conocido un siglo en el que el concepto de madre esté tan denostado como en éste, al menos en lo que llamamos civilizaciones avanzadas o desarrolladas, y sin embargo lo mucho que hablamos de ellas, hasta le hemos puesto un día para celebrarlo, hoy.
@Masola_Org
Madre,… la de veces que tenemos esta palabra en la boca desde que nacemos, la de veces que recurrimos a ellas, la de veces que nos sacan de apuros, la de veces que nos dicen “te quiero”, la de veces que nos recogen después de la batalla, la de veces que nos curan, la de veces que nos enseñan…
Madre, es sinónimo de incansable, de un amor infinito, el menos egoísta, el que nunca espera nada.
Madres, muchas somos madres…hemos dejado mucho en el camino por ser madres. Hemos dejado una vida profesional, quizás mejor; hemos dejado de lucir cuerpos definidos y bellos, por cuerpos señalados por las bellas marcas de la maternidad; hemos dejado sueños, viajes, amores….y lo hemos dejado a cambio de horas de no dormir, hospitales, cocina, mochilas, deberes, extraescolares, lloros, y hasta gritos.
¡Y lo hemos dejado tan gustosamente! No conozco mala madre, que me perdonen los padres, con todo mi respecto, que los hay grandes padres, pero la entrega incondicional de una madre, es difícil de ver en un padre. Solo conozco mujeres que lo dan todo por su hijos, que como dice mi padre, pondrían su cuerpo sin dudarlo un instante delante del de su hijo para protegerle ante cualquier mal destino. Y si la hay, no me cabe duda que es fruto de una enfermedad superior a ella misma.
Madres que lo dejan todo, como la tuya y la mía, como tú y como yo. Madres que se olvidan de ellas para hacer de sus hijos grandes del mundo. Esa madre que hizo de ti lo que hoy en día eres. ¡Y qué pronto se nos olvida!
Crecemos y se nos olvida lo que fue nuestra madre, que sin ella no seríamos nada. Que el mundo sigue adelante gracias a las madres, a esas madres denostadas que luchan en cualquier circunstancia, que no tienen ayudas de ningún tipo, y sí, muchas veces miradas críticas. Madres todas, sin apelativos, sin condiciones. Madres todas: casadas, separadas, divorciadas, viudas, solteras, lesbianas; gordas, delgadas, altas, bajas, blancas, negras, chinas…., madres biológicas, adoptivas o de acogida. Madres todas, sin apelativos.
Madres que no encuentran trabajo para dar de comer a sus hijos y que pasan desapercibidas en las calles de nuestra ciudad… – algunas osan decir que son mendigos que forman parte de mafias que buscan dinero para vivir bien-; madres que no pueden reducir sus jornadas para poder llegar a fin de mes y trabajan horas interminables, mientras en sus entornos laborales, aquellos mismos que hoy llevarán un ramo de flores a sus madres, las tachan de no ser productivas porque son madres, y que aun así, a horas intempestivas se levantan para curar la fiebre de sus hijos o ayudarles en sus exámenes; madres que reducen su jornada prescindiendo de muchas cosas para ellas mismas para poder educar a sus hijos y darles una profesión digna en el futuro, y que, muchos de los que hoy llevarán flores a sus madres, se olvidaron de que son madres, las miran con desprecio por encima del hombro por ir solo a trabajar cinco, seis o siete horas y dicen de ellas que son profesionales que ya no dan el perfil.
Madres que no tienen ayudas ni económicas ni emocionales, que hacen de madres, de amigas, de profesores, de psicólogos… Son todas esas mujeres a las que deberíamos agradecer que el mundo siga teniendo ciertos valores que si no fuese por ellas ya los habría perdido del todo. Y sin embargo, las denostamos a diario.
Duele cuando son ellos, los que criaron sus madres, quienes te miran con ojos críticos por tener que coger un día de vacaciones cuando tu hijo tiene 39 de fiebre, pedir horas para ir al médico, cuando reduces la jornada, o cuando en plena reunión recibes un wasap urgente de la guardería.
Duele y mucho, porque olvidaron lo mucho que tienen que agradecer a sus madres, olvidando que gracias a ellas están tan bien asentados en ese sillón empresarial; los mismos que muchas veces olvidan que en ese mismo instante puede ser la madre de sus hijos quien también esté recibiendo el wasap de la guardería. Y que solo recuerdan llamar a sus madres, instaladas en un estupenda residencia, una vez al mes.
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Pero más duele cuando viene de ellas, de esas otras mujeres que te observan con la misma mirada crítica, que no entienden que no puedas atender el email a las diez de la noche, que coparticipan en denostar tu perfil profesional, algunas de ellas, también madres.
Una madre nunca olvida a su hijo, y sin embargo, cuán olvidadas están las madres por sus hijos.
Hijas e hijos, no queremos que nos felicitéis por algo que hacemos con tanto amor y con tanto agrado. No queremos grandes regalos, ni que nos inundéis las casas de flores.
Queremos que cuando ya seáis adultos, entendáis lo importante que son las madres en este mundo, y que no nos miréis como que ya servimos para poco, que no somos grandes profesionales o que somos una molestia – sé que es difícil, yo misma he caído en ello porque la juventud es lo que tiene -, pero en tu edad adulta, mírate al ombligo, y date cuenta, de que lo que eres, es gracias a todo lo que tu madre te dio.
Y no solo abraces a la tuya, entiende a las de los demás; entiende aquellas madres que trabajan contigo y luchan, no solo por sacar su trabajo adelante, sino también por hacer de los suyos unos grandes hijos, unas buenas personas, y unos grandes profesionales.
No pienses que ya no cumple el perfil, lo cumplen, más que nunca, porque no hay un ser en la tierra que tenga mayor capacidad para sacar lo imposible adelante que una madre. Solo tienes que confiar en ellas, igual que lo hacías de pequeño.