Hay fases de la vida que suelen ser bastante áridas. Son días, semanas, meses que se hacen cuesta arriba. Son fruto del proceso del cambio, o lo que los psicólogos llaman el duelo, para luego hacer el cambio. La verdad es que yo no sé bien lo que son, lo que sí sé es que suelen estar en la vida de todos y que son momentos duros, difíciles, en los que hay que recargar pilas para seguir adelante pese a que sean caminos cuesta arriba.
Rosa Maestro @rmaestrom @Masola_Org
Son momentos, fases en las que muchas personas se quedan ancladas, porque el cambio da miedo, y la zona de confort, aunque sea triste, aunque sea a veces dolorosa, aunque no sea lo que deseamos, nos hace pensar en ese refrán que tanto desapruebo de “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”.
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Y a lo malo conocido “yo me niego”, siempre me he negado, y aunque algunas veces me ha costado más llegar hasta lo bueno por conocer, siempre he escogido recorrer el árido camino del cambio.
Este curso se presentó así. No sé si porque me acercaba a una nueva década en mi vida (“me están ya acechando los 50, como en la película que tanto adoro “Cuando Harry econtró a Sally”, pero con diez años más) o porque simplemente no podía ser de otra manera.
Lo que sí sé es que septiembre llegó con tormentas que acompañaron todo el otoño; que las Navidades se presentaron demasiado frías y oscuras; que el año nuevo, aunque anunció una buena primavera prosiguió en su racha de darle la vuelta a toda mi vida y que ahora, que por fin llega la primavera y todo como dicen los cursis “florece y renace”, el cambio también florece con todo su esplendor. La nueva vida está ya aquí, y llega despacito, como tienen que llegar las buenas cosas, esas que llegan para quedarse, para no cambiar.
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Han sido meses duros, de dar un giro total a todo: vida laboral, vida personal, vida familiar, vida espiritual, vida social, vida económica…!Ayss! !qué de vidas y todas en una! De esos cambios que te dejan por momentos con los pies colgando, y columpiándote, sin saber cómo será “lo bueno por conocer” y que tantas ganas se tiene de conocer.
No, “no es mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer”, que los cambios son siempre para mejor cuando uno elige cambiar, porque donde se está no es donde uno quiere estar, ni donde los demás quieren que uno esté; y que aunque en los cambios siempre se dejan cosas, o más bien momentos, que en el pasado a uno le hicieron sentirse feliz, no es bueno anclarse en la felicidad pasada, sino en buscar la que está por venir.