Ovodonación: lo que pesa la carga genética
El reloj biológico, a partir de los 35, nos despierta muchos días con único pensamiento: “quiero ser madre” y, o me pongo a ello, o como decía mi abuela “se me pasa el arroz”.
La sentencia que se nos profería era cruel, máxime en aquellos años en que si pasados los 30 y tantos no tenías pareja e hijos, rápidamente te apuntaban a “vestir santos”.
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Sí, era una sociedad despiadada para las mujeres que no conseguían los proyectos trazados a su propia biología en tiempo y hora… Por suerte, en la actualidad, la diversidad y la lucha interna y externa que todas, como mujeres, hemos emprendido, estas frases quedan para ese pasado del que avergonzarse, pero no el duelo.
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El duelo, tengas pareja o no, de no poder ser madre con tus propios óvulos sigue ahí, y además sigue siendo un tema tabú. No poder tener hijos, lamentablemente, es algo de lo que seguimos avergonzándonos aunque visiblemente no nos golpeen con esas sentencias tan demoledoras.
De ahí que sigamos viviendo como un tabú tener hijos con donación de óvulos y que muchas familias decidan ocultarlo. Lo que antiguamente se decía “pobrecillos/pobrecilla, no han podido tener hijos y han tenido que adoptar”, durante mucho tiempo, y también hoy en día se ha trasladado a “pobrecillos/pobrecilla han tenido que recurrir a la ovodonación o a la embriodonación”.
En las madres solteras por elección o en las parejas de mujeres, sin duda, es imposible ocultar la donación de esperma porque algo hay que contar; pero la donación de óvulos ya es otro cantar… y, a pesar de ser madres sin pareja, sigue siendo tabú no haber podido con nuestros propios óvulos; de ahí que se siga ocultando; al igual que en las parejas heterosexuales, no solo al entorno, sino a los propios hijos.
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El miedo al que dirán o qué les dirán se mantiene vivo en nuestra sociedad tanto como el miedo que se tiene a ser rechazados.
Nuestra genética sigue muy presente en nuestro deseo de tener descendencia, de ser madres o padres. Sin embargo, el resto de los humanos son un 99,9 por ciento de parecidos a cada uno de nosotros ( según estudios científicos), solo un uno por ciento de estos genes definen rasgos como el color de ojos o nuestra predisposición a ciertas enfermedades.
Es más, durante una charla TED, el físico Riccardo Sabatini explicó que un libro que incluya todo el código genético de una persona tiene unas 262.000 páginas, pero realmente tan solo 500 de estas páginas contienen el código que nos hace únicos. Además, los seres humanos compartimos porcentajes muy altos de genética con el reino animal.
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Y todo esto se debe a las interacciones que los humanos sufrimos entre nuestros propios genes y las interacciones con otros seres y con el medio ambiente (epigenética), y entre ese medio ambiente cabe señalar aquel en el que el embrión se desarrolla durante los nueve meses de su gestación.
Y hay que ver, ese 0,1 por ciento lo que llega a pesar en nuestra decisión de ser madres por donación de óvulos y en la firme decisión de ocultar la donación a hijos y entorno.
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