Lo oímos a menudo, sobre todo últimamente y en millones de post que inundan la red. Sin embargo, !cuántas veces caemos en el error de pensar que el otro, sobre todo nosotras mujeres, es más importante que nosotras!
La calidad de tu vida depende de donde enfoques tu atención. Si la enfocas en complacer a los demás, los demás estarán encantados, te necesitarán y te buscarán cada vez que te necesiten.
Tú, en cambio, te sentirás infeliz y con el paso del tiempo descubrirás que viviste por y para el otro, por y para la vida del otro y no por y para ti.
Nosotras, mujeres caemos muy a menudo en ello, sobre todo en la búsqueda del amor. Desde jóvenes buscamos en el amor más la necesidad que tiene el otro de nosotras.
Creemos que nos ama aquel que nos busca porque le ayudamos, le consolamos, le protegemos, le contemplamos, le seguimos, le adoramos, le invitamos y, por último, le amamos. Somos demasiado empáticas y salvadoras de los otros.
A cambio lo que nos encontramos es que muchas veces, cuando ya no nos necesita, cuando ya no encuentra en nosotras el bastón que le ayuda a caminar o el chaleco salvavidas que le saque una vez más a flote, nos deja… busca alguien nuevo, con nuevos recursos, que indudablemente tampoco le servirán.
Cuando nos hacemos mayores, muchas de nosotras volvemos a cometer el mismo error… esta vez con los padres. Les ayudamos, les complacemos, les consolamos, les contemplamos, les seguimos…
Y eso hace que nos veamos torpes a la hora de tomar decisiones por nosotras mismas. Muchas veces caemos en el error de hacer la vida que ellos desean o han programado para nosotras, acordes a sus gustos, a sus creencias, a su forma de ver la vida.
Y esto impide que hagamos nuestra vida…. Pueden llegar a pasar muchos años hasta darnos cuenta de que hemos vivido para los demás y no para nosotras mismas. Quizás toda la vida sin dar un paso que rompa con esa inercia. Crecimos educadas en ello.
Tenemos la oportunidad de cambiar a las nuestras hijas, hacer que crezcan con autoestima, que se amen a sí mismas por encima de todo y que dejen de ser salvadoras y dependientes, que vivan sin miedo y sin zonas de confort.
Y luego llegan los hijos. Podemos caer en el mismo error que otras veces. Elegimos vivir la vida de ellos. Les apoyamos, les entendemos, les consolamos, les seguimos. Aparcamos nuestras vidas y nos olvidamos de nosotras mismas, a veces hasta extremos incomprensibles. Ellos tienen que su vida, y tenemos que aprender a dejar que caminen solos cuando dejan de pertenecernos.
Algunas de nosotras llegamos a redondear ese ciclo de sentir que tenemos que ir detrás de todos aquellos que nos necesitan que, cuando los hijos crecen y hacen sus vidas, nos volvemos a enganchar como adictas a nuestros padres.
Los acaparamos como si nadie más pudiese hacer algo por ellos, y volvemos a entenderles, cuidarles, protegerles, seguirles, acompañarlos, atenderles… O a nuestras parejas, entender sus necesidades, ayudarles a tener vida, ocio…
¿Hasta cuándo? Eso lo decide cada cual.
Hay que tener cuidado donde se pone el foco porque esa va a ser tu vida. Y si eliges ponerlo siempre en los demás, tu vida será la de los demás.
Habrás tomado las decisiones que los demás querían que tomases, habrás elegido la vida que los demás querían que vivieses, habrás amado a aquellos que te eligieron para que les amases…
No puedes gustar a todo el mundo pero sí te puedes gustar a ti misma y mucho, enamorarte de ti misma y ser el amor de tu vida.
No puedes complacer los deseos y necesidades de todo el mundo. No puedes vivir la vida que otros deseaban vivir. Pero sí puedes gustarte, quererte, satisfacerte, amarte, disfrutarte, elegirte.
!Hazlo! Escogerse entre todos es escoger sentirse a gusto consigo misma, vivir la vida que una desea y que te amen por lo que eres, no por lo que das. Y entonces podrás querer mejor y mucho más a los demás.