La noción de familia ha evolucionado de manera asombrosa en las últimas décadas. Anteriormente, se consideraba una entidad monolítica, donde el modelo tradicional de un padre y una madre criando a sus hijos juntos era la norma. Sin embargo, en la actualidad, el concepto de familia ha adquirido una riqueza y diversidad que desafían a los viejos modelos familiares.
Yo soy Eva, una madre sin pareja que ha navegado el camino de la reproducción asistida. Mi experiencia ha sido un viaje lleno de desafíos y alegrías, y forma parte de una nueva visión familiar que vale la pena compartir. Mi historia no sólo refleja mi deseo de ser madre, sino que también resalta la belleza de los diversas modelos familiares que se van instalando en nuestra sociedad.
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En la actualidad, las familias pueden ser de muchas formas: dos mamás, dos papás, una sola madre o padre, parejas reconstituidas con hijos de relaciones anteriores e incluso amistades que forman lazos familiares o lo que se viene a llamar coparentalidad. Esta diversidad familiar, que antes era a menudo ignorada, ahora empieza a reclamar su lugar en la sociedad. Sin embargo, los retos persisten. Aún enfrentamos rompecabezas legales y fiscales que desestiman la singularidad de las familias monoparentales.
En mi caso, conseguí mi sueño de ser madre sin pareja gracias a la reproducción asistida, pude concretar mi sueño de siempre. La aventura de criar a mi hijo en solitario está siendo un desafío, pero también una experiencia profundamente enriquecedora que debo agradecer a “IVI”, clínica que puso en mis manos la posibilidad de llevar a cabo mi sueño. El próximo mes celebraremos el décimo cumpleaños de mi hijo.
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La sociedad ya ha comenzado a reconocer que las familias son diversas y que deben ser escuchadas. La demanda de una legislación más inclusiva está en auge. Familias como la mía exigen igualdad de derechos, protecciones para nuestros hijos y un reconocimiento que vaya más allá del modelo tradicional. Y lo más importante, las técnicas de reproducción asistida son las que nos lo han puesto fácil: inseminación artificial con donante, FIV con donación de gametos, ovodonación (que es mi caso), embriodonación…
Con las opciones que hay hoy en día, es difícil no cumplir el sueño de ser madre.
Estuve un tiempo probando con varias técnicas: primero cuatro inseminaciones artificiales, le siguieron dos FIV y al final lo conseguí en mi primera ovodonación. Sí, necesité de doble donación, pero una vez hice mi duelo, al que me ayudó profundamente los servicios psicológicos en la clínica, llegué a esa doble donación libre de prejuicios sobre la importancia genética.
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Hoy en día, y después de haber leído sobre la epigenética, soy consciente de que mi hijo se parece más a mí que si hubiésemos compartido genética. Los genes no hacen la familia y eso es algo que ambos tenemos claro. Si me preguntáis si me arrepiento de algo, puedo decir que sí, de no haber perdido el miedo antes, y haberlo dudado durante tantos años porque eso me ha impedido poder ser madre por segunda vez.
Cuando lo conseguí ya estaba en unos avanzados 40 años y pensé que sería más complicado un segundo embarazo. Sí, me asusté y decidí quedarme como estaba. Así que ese es mi consejo: no lo dudes tanto, pierde el miedo antes, haz tu duelo y persigue tu deseo.
Por último quiero decir que la diversidad familiar no solo es una cuestión de derechos, sino una hermosa manifestación de amor en todas sus formas.
Mis vivencias como madre sin pareja son un testimonio de esta transformación; una historia que cuenta que, más allá de las contradicciones y desafíos, el amor y la familia se reinventan en cada hogar.
¡Ah! y ya que IVI me ayudó tanto, me gustaría recomendar su Guía Para Madres Sin Pareja que, sin duda, os va a ayudar mucho a dar el paso.