
Beta negativa
No ocurrió la primera vez, porque la primera vez que me sometí a un tratamiento de reproducción asistida, pese a mi pronóstico de baja reserva ovárica, de un folículo que no crecía, el otro lo hizo y me embaracé a la primera.
En aquel entonces, no supe bien por qué había sucedido todo porque todo lo que me contaban me sonaba a chino. Nadie, nunca jamás me había hablado de que la menstruación no tenía relación con la reserva ovárica, que a cierta edad mis óvulos eran pocos y de poca calidad y todo eso que ya sabemos.
Sin embargo, llegaron mis ganas de un segundo hijo y cuando la adopción se quedó parada en el país al que iba a adoptar, regresé a la reproducción asistida. Y ahí fui cuando tuve mi primera beta negativa, mi segunda beta negativa y mi tercera beta negativa.
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La primera fue la que más me afectó porque después de un proceso de adopción fallido y tener que volver a la reproducción asistida, no creí que mis óvulos hubiesen envejecido en tan sólo dos años.
Recuerdo que después del tratamiento me fui a casa de una amiga en Hondarribia a pasar una semana de vacaciones y que ese día amanecimos en fiesta. Yo llevaba retraso en la regla, unos días, creo que sólo dos y pensé que igual había suerte, pero justo unos minutos antes de salir con las niñas vestidas con el traje local a la fiesta, fui al baño y allí me delató mi no embarazo.
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Dos minutos más tarde le dije a mi amiga: ¡Vete tú con ella! Me sentí decepcionada, triste, frustrada y con mucha confusión a cómo seguir o si no seguir…, ese primer proceso de adopción ya me había dejado demasiado devastada y había puesto demasiadas ilusiones en un segundo tratamiento de reproducción asistida.
¿Qué hice? Permitirme sentir, permitirme estar enfadada, hablar abiertamente de mi profundo sentimiento con mi amiga, y dedicar aquellos días a caminar.
¿Me ayudó tener ya una hija? No voy a decir que no, porque me ayudó a despejar mis emociones pero un segundo hijo también duele, duele desde el segundo uno en el que está ya en tu mente.
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