Nací en Tetuán, Marruecos y cuando tenía un mes solamente ya empecé a viajar. Vivimos en distintas provincias de Andalucía mi familia y yo.
Después mi padre volvió a ascender y nos fuimos todos a Canarias, éramos tres hermanos, pero uno más nació allí. Así que nos convertimos en una familia numerosa de cuatro hijos.
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Muchos años después me fui a estudiar Bellas Artes a Madrid, en la Complutense. Casi al final empecé a salir con un chico en Almería.. me casé y mi matrimonio duró seis años, pero por la forma de crecer de cada uno se nos fue al garete, pero nos separamos a regañadientes, como casi todas las historias.
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En medio de ese maremagnun de divorcio aprobé mis oposiciones de profe y después de unos añitos dando tumbos en distintos institutos. Me instalé en Almería, continué compaginado mi faceta de escultora con las clases y también apareció un compañero con el que empecé una relación, pero después de los años, no terminaba la cosa de funcionar y menos aún cuando yo empecé a tener el deseo de ser madre. Así que también nos separamos.
Y entonces tuve claro que intentaría ser madre. Y aunque mi vida estaba bien, con salidas y entradas, viajes y amistades. Pero llegando ya a los 40 quería formar mi propia familia. Así que decidí acudir a una Clínica de Reproducción. El primer intento falló, pero en el segundo, tal que un 23 de Febrero lo conseguí. Allí estaba con mi hermana, cogida de la mano y con mucha ilusión, ya tenía 41 años y sabía que pocas oportunidades… Pero he aprendido que la vida te da sorpresas, como dice la canción.
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Leo nació rubio con ojos azules, como mi abuela, porque yo soy morena de piel y pelo negro y ojos negros. En la primera clínica que intenté mi inseminación pude elegir las características del donante, pero en cambio en la segunda clínica en la que sí me quedé embarazada no me dejaron elegir características físicas y según la bióloga, el donante sería afín a mi.
Nada más lejos, luego con Leo nacido lo han conocido en la clínica y han alucinado del aspecto tan nórdico de Leo y yo tan morena. Razón por la que todo el mundo, hasta cualquier persona que sin conocernos nos ve, en un parque, una tienda o cualquier sitio me dice que “el padre es rubio” a lo que yo con toda naturalidad les digo que ha salido a mi abuela, que es la verdad, al menos hasta donde yo sé.
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En fin de esas tengo mil anécdotas que te podría contar de desconocidos preguntándome por el parecido de Leo. Yo me río y les digo que Leo es igualito que su madre…
Y como todas las madres, feliz con mi pequeño criándose alrededor de sus primas, que lo quieren mucho, por ser el más pequeño de la familia y el único chico.
El cuento de Leo
La historia que le cuento a Leo cuando le baño, cuando lo acuesto, cuando estamos juntos…
Leónidas
Leo era una estrella muy pequeñita, muy pequeñita, era tan pequeña que en realidad era polvo de estrellas porque era una Leónida.
A Leo le gustaba pasear por encima de los paises y las ciudades y ver sus edificios, sus casas, sus paisajes, le encantaban las esculturas y todo lo que podía ver. Pero siempre quiso entrar a un museo y curiosear qué habría dentro.
Así que preguntó a las más vieja de las estrellas cómo podía hacer para entrar a un museo, pasear por un parque, tirarse por un tobogán y hacer las cosas que hacían las personas.
Entonces la estrella le dijo que si quería hacer todas esas cosas que hacían las personas tendría que convertirse en un niño.
Pero a cambio dejaría de ser una estrella.
A Leo le gustó la idea, así que se metió en un botecito de cristal y esperó a que una mamá fuera a por él.
… Y llegó una mamá que tenía muchas ganas de tener un niño al que cuidar y querer mucho, mucho, mucho.
Y así Leo y su mamá siguen juntos y felices, descubriendo todas las cosas bonitas que hay en el universo.
Su mamá le cuenta que él antes de ser un niño, era una estrellita que brillaba tanto tanto, tanto… como ahora brilla su pelo al sol.