Era diciembre cuando el amor aventurero que había conocido hasta entonces llegaba a su fin. Era diciembre, primeros de diciembre, y solo lo aventuraba, sin llegar a imaginar la catarsis que sufrirían sus sentimientos.
Rosa Maestro @rmaestrom @Masola_Org
Pero como en otras ocasiones, la premonición pudo más que la razón, y el miedo a los cambios drásticos provocó que su cuerpo enfermase. Dos semanas de intensa enfermedad física para entender y aceptar que ese cambio era inevitable e intrínsecamente necesario. Un cambio que llegaría tras la catarsis invernal.
El cuerpo ya sano preparo a la mente insana, rota por la manipulación de un amor enfermo. Era la hora de que el tsunami de las emociones diese comienzo a la catarsis.
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Años llevaba sospechando su amor que había piezas que en el puzle de su vida no encajaban, pero tanto amaba los ramos de flores que le llegaban de tanto en cuanto, que se dejo llevar.
El amor se cree inteligente y fuerte. Y no es así. El amor cree que si ama va a ser amado, que si ayuda va a ser ayudado, que si escucha será escuchado. El amor cree que si está ahí y es fuerte va a cambiar el curso de lo inevitable. Pero no es así.
El amor se cree lo suficientemente honrado, noble e inteligente como para pensar que un psicópata mental no es la persona que se puede cruzar en su vida.
El amor observa como mujeres inteligentes, como grandes mujeres, caen en manos del engaño, del timo, de la estafa, de la doble vida, de la enfermedad mental de aquel que se sabe embaucador.
No, el engaño, el timo, la manipulación no solo puede llegarle al ignorante. O sí, le llega al ignorante en amor.
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¡Cuánto enseña la enfermedad a la vida!, ¡Cuántas veces la devuelve a la realidad de su gran vulnerabilidad! Esa que solo se descubre cuando se está a mil pies de altura, cuando se sabe que un cumulo de circunstancias que no puede controlar den un giro de 180 grados a su inteligencia, su importancia, su grandeza, para mostrar la cara de su ignorancia, su pequeñez, su desconocida inexistencia…
Sí, un psicópata mental puede acercarse fácilmente al amor y éste ser su víctima perfecta, porque lel trastorno psicológico está por encima de la realidad. Es una realidad tan extrema a lo sano e inalcanzable, domina a la coherencia.
Este tiempo atrás en plena catarsis un buen amigo le dijo: “nunca llegarás a entenderle ni podrás. Tú eres fiel a tu realidad, pero él es fiel a la suya. Una realidad que ni puedes pensarla, donde su forma de actuar tiene que ver con unos procesos cognitivos muy diferentes a los tuyos.
Tú eres fiel a ti misma y él es fiel a su enfermedad. El enfermo no se reconoce enfermo y el amor tampoco reconoce la enfermedad. El enfermo manipula la realidad y el amor la justifica.
El enfermo actúa sobre los mandatos de su enfermedad y el amor acata las órdenes”. “Y si un día el amor es capaz de reconocer la enfermedad, caerá en el gran error de querer curarla; creerá que su amor, su mucho amor será capaz de cambiar esos procesos cognitivos”.
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Y así fue, el amor jamás curó la bipolaridad de su amante enfermo, ni la ciclotimia, ni los trastornos de su personalidad. Ni siquiera le quedo el recurso de odiarle o criticarle, porque le supo ya en la agonía de su enfermedad.
Agotado, así se siento, descubriendo cada día más sus idas y venidas, su grandes mentiras, y triste e impotente, por no haber sido capaz antes de descubrir al amante enfermo.
Inútil por no haber sido antes capaz de ahuyentar su manipulación, porque antes hubiese desenmascarado al amante enfermo.
El amante enfermo despegó de su vida para siempre y lo hizo con la misma maleta con la que aterrizó en su vida: la bipolaridad para el común diario y sus diversos trastornos de personalidad para los momentos especiales.
Y el amor se quedo pensando qué “gotera” habría en su cabeza para haber aceptado tanto, para haber ayudado tanto, para haber querido tanto.
Príncipes de las Mareas que llegan al amor disfrazados de galanes, de caballeros que saben cómo hacer creer a la amada la inmensidad de su amor, de cómo hacerle sentir falsamente querida y amada, para atarla a los pies de sus cama y ser manipulada hasta la destrucción de su grandeza y hacerla creer que está por encima de su enfermedad, que la enfermedad la ama.
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No era éste el único amor que la enfermedad tenía, había más amantes y más amores, muchas más… ni siquiera llegó el amor a alcanzar a saber cuántas más… su mismo dolor compartido…
!Niégate!, se dijo a sí mismo el amor, negaros para siempre a un minuto más así, deja ya la crisálida, dejadla, romped la cadena del lecho que os ata a él, a ellos y extended vuestras hermosas alas de colores para volver a volar… No olvidad, que al final…”los ángeles siempre ganan”. La catarsis invernal terminó. Ya es verano.