Somos muchas, yo la primera, que cuando nos enamoramos, lo hacemos mal… y nos enganchamos muchas veces a ese tipo de hombres que suelen ir de víctimas.
Primero aparecen encantadores, conquistadores, y protectores, pero a la mínima de cambio se nos muestran débiles, víctimas, desazonados, agobiados, inseguros, adictivos, trastornados…
Y entonces vamos nosotras arrastrando nuestra lacra socialización de mujeres fuertes, comprensivas, empáticas y nos convertimos en rescatadoras… enganchadas a esa idea persistente de:“seguro que con mi ayuda sale de ésta”.
Por: Rosa Maestro
No te quepa la menor duda que muchas de nosotras, la mayoría lo hemos hecho alguna vez…
Si no ha sido con nuestras parejas, lo hemos hechos con nuestros hijos, madres, padres, amigos…
Hay mujeres que hacen suyo el papel de rescatadora y se pasan la vida de rescate en rescate.
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Cuando nos adentramos en el papel de rescatadoras en las relaciones afectivas, sean de la índole que sean, dejamos a un lado nuestra vida, para vivir la de la persona a rescatar…olvidamos nuestras necesidades y las suyas pasan a ser prioridad, dejamos de sentir para saber qué siente él o ellos, dejamos en definitiva nuestra vida a un lado tratando de salvar a quien cayó en un hoyo emocional y eso hace que las probabilidades de caer nosotras en el mismo hoyo u otro similar sean grandes.
Son muchas las veces, que por culpa de nuestra pobre educación emocional y nuestra alta socialización en mujeres sufridoras, creemos que ese a quien queremos rescatar nos va a querer más por haberle rescatado.
No, ese a quien queremos rescatar esta en inmerso en su egoísmo emocional y ni se dará cuenta de nuestra presencia. Nos absorberá hasta dejarnos sin aliento para el día en que no le sirvamos más buscar una nueva víctima que haga la función de rescatadora.
Y cuando se trata de nuestros hijos o familiares, tendría un mínimo sentido, aunque es ya harto sabido que solo la propia persona, y su voluntad, es capaz de salir de su pozo emocional. Pero… ¿y cuándo se trata del amor, de la pareja?
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Aparecerá un buen día la sombra de lo que fuiste, solitaria, porque la víctima de sus propias emociones, de no haber sabido gestionar sus propias emociones, te dejará deambulando para ver cómo resuelves entonces las tuyas, por supuesto sin su ayuda… Nunca dejarán de ser grandes egoístas emocionales.
¡Cuidado cuando la víctima emocional se acerque a ti! Es importante saber identificarla, para dejarla marchar antes de que se convierta en una carga, una carga que pese, y que te hunda en una profunda depresión.
La mujer rescatadora se deja arrastrar por la víctima hasta que mueren emocionalmente ambos. Una cosa es querer ayudar y otra muy distinta, rescatar.
Tarde aprendemos esto, pero estamos a tiempo de enseñárselo a las demás. ¡Huye de aquellos hombres que lleven un letrero que diga “sálvame”!.
Es fácil detectarlos: nunca están seguros de la relación, siempre dicen que no saben gestionar las emociones, hablan constantemente de sus anteriores fracasos amorosos, las conversaciones siempre giran en torno a ellos y sus emociones o problemas, les cuesta mucho tomar decisiones sobre todo las que tienen que ver con la relación, sus anteriores parejas pasaron por lo mismo y no pudieron rescatarlos, su autoestima está por los suelos, tienes que resolverles sus conflictos personales, laborales o profesionales, tienen cambios de humor constantemente, no saben si van o si vienen, ….
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Cuidado, porque todas estas expresiones de su incapacidad emocional terminan por conmovernos. Y entonces nos convertimos en la madre del pobre calimero… queremos protegerles y sacarles de sus turbulencias emocionales… pero no somos sus madres, una pareja es algo muy distinto a una madre.
Cuando nos convertimos en rescatadoras buscamos un reconocimiento que nunca nos darán y que tampoco necesitamos. Aprende de eso que tantas veces escuchamos antes del despegue de una avión: “En caso de despresurización de la cabina, ponte primero la mascarilla tú, y luego a quienes quieres o puedes ayudar”, de lo contrario el destino será el mismo para todos.