La maternidad sufre en nuestra sociedad un constante retraso, lo que hace que el índice de natalidad esté en estos momentos por los suelos.
Nosotras, las mujeres, somos las que muchas veces la posponemos por circunstancias personales, muchas veces ayudadas por las circunstancias sociales.
Primero postergamos ante nuestra carrera educacional, luego nuestra carrera profesional, queremos también encontrar la pareja ideal, una estabilidad emocional y por supuesto económica, deseamos haber viajado… Y, claro, todo esto supone un importante sacrificio en nuestras vidas: retrasar la maternidad.
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A todo esto, de pronto nos encontramos con que asoman los 40 años, edad a la que queremos ser madres a toda prisa. Inclusive a muchas mujeres deja de importarles todo lo anteriormente descrito porque entonces lo que impera es el reloj biológico.
Y encima nos tropezamos con que, si necesitamos un tratamiento de reproducción asistida, por encima de los 40 nos dicen que no en la sanidad pública, si no tienes pareja igual; y con un hijo, más de lo mismo (depende de la regulación de cada comunidad autónoma).
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Y en la privada se respeta un código ético que alcanza los 50 años.
Pero aún y con esas no tenemos todo con nosotras.
A partir de los 40 años la fertilidad en la mujer cae en picado, algo de lo que se habla muy poco socialmente, que no existe en la educación sexual y reproductiva, que muchas mujeres desconocen y que cuando acudimos a una revisión ginecológica pocos facultativos añaden junto a las pruebas de mamografía o ecografía.
Y que si lo hiciesen permitiría que muchas mujeres escogiesen, seguramente, ser madres mucho antes.
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Desde las clínicas IVI nos dicen que: “A partir de 35 años, la fertilidad, empieza a descender y una vez cumplidos los 40 apenas quedan óvulos y la calidad de los mismos empeora también. Pese a ello, tenemos aún la suerte de poder ser madres, porque en la actualidad, en España la Ley de Reproducción asistida contempla la maternidad por donación de óvulos (con el óvulo donado de una mujer más joven) o por donación de embriones”.
Personalmente diré que mi primera maternidad se acercaba a los 39 años, casi al límite de mi envejecimiento folicular. Mi segunda, aunque siempre desee una maternidad adoptiva y así lo fue, tuvo sus más y sus menos en el proceso y, en uno de esos menos, decidí cerca de los 43 años, volver a intentarlo. ¡Ya no podía ser!… Tuve que ponerme a la espera de una donante de óvulos (ahora ya no es necesario porque tenemos suficientes donantes de gametos – nos dicen desde las clínicas IVI) y en la espera conseguí ser madre adoptiva.
Me hubiese gustado una tercera maternidad, pero tantos años de dudas, de intentar conseguirlo todo, hicieron que llegase tarde a una tercera maternidad, no sólo por mi poca salud fértil, sino por mi poca salud psicológica después de tantos intentos para poder llevar a cabo un tercero o tercera.
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Y ahora, cuando el tiempo me hace ver todo con distancia, comprendo que quizá pospuse demasiado mi maternidad en espera de la situación perfecta, esa que nunca llega.
Nos lo ponen difícil y nos lo ponemos difícil, por eso, antes de ponérnoslo un poco más complicado si cabe, si tienes claro que quieres ser madre y es tu gran deseo no esperes la situación perfecta porque nunca llegará, sé madre y luego déjate llevar.
Es más, hoy en día la tecnología te lo facilita si crees que deseas retrasar tu maternidad, y nos lo pone más fácil con la vitrificación de óvulos.
Si deseas tener más información, no dudes en visitar las clínicas IVI, podrás revisar el estado de tu fertilidad y tomar las decisiones adecuadas. Pide cita.